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Parlamento de Canarias

A tan solo cuarenta y ocho horas del Debate sobre el Estado de la Nacionalidad, e independientemente de las propuestas o análisis que en el transcurso del mismo formulen los distintos grupos parlamentarios, creo oportuno –y democráticamente saludable- compartir algunas reflexiones e inquietudes.

Los canarios hemos afrontado en estos años los momentos económicos y presupuestarios más difíciles de las últimas décadas. El Gobierno, las instituciones y el conjunto de la sociedad hemos vivido de 2007 a esta parte los años más duros de nuestra historia autonómica. Han sido, y siguen siendo, tiempos difíciles. Ahora bien, en ningún momento hemos tirado la toalla. Ni una sola vez hemos tirado la toalla. Hemos defendido los servicios públicos –el bienestar y la justicia social- contra los vientos y mareas de los recortes estatales; y, lejos de renunciar a las metas que nuestra sociedad tiene planteadas, hemos avanzado hacia el modelo económico que las Islas necesitan para ésta y las siguientes décadas.

No hay gobierno en el mundo –y mucho menos con el estrecho margen que nos dejan a los gobiernos autonómicos- que pueda ganar por sí solo la batalla a una crisis tan profunda y poliédrica como la que irrumpió a finales del año 2007. Una crisis que, como ocurre siempre, ha castigado especialmente a las economías más dependientes.

A pesar de todo ello, el Gobierno que presido nunca ha dado la espalda a los problemas y, hoy, casi siete años después, sigue poniendo a trabajar los recursos públicos para minimizar los efectos de la crisis, para evitar que los problemas presupuestarios se lleven por delante la justicia social y la igualdad de oportunidades, pilares irrenunciables de la sociedad en la que creemos.

Hemos gobernado contra la crisis y a pesar de la crisis. Con menos recursos nos hemos comprometido a apuntalar la respuesta que los ciudadanos demandan y merecen -específicamente en lo que concierne al mantenimiento de los servicios públicos esenciales, sin duda el muro más eficaz contra la desigualdad y la insolidaridad-.

Se podrá discutir el acierto o no de las medidas aprobadas –como corresponde en democracia- pero un análisis sosegado apunta que el Gobierno –como el resto de las instituciones- ha defendido el interés general de los canarios con valentía, responsabilidad y compromiso.

Hay y habrá discrepancias sobre algunos asuntos. Hay y habrá diferencias sobre la acción del Gobierno. Pero, con todo, es más lo que nos une que lo que nos separa. Nos une la obligación de colocar el interés de los canarios por encima de cualquier otra consideración. Nos une el deber de defender a Canarias donde haga falta y ante quien haga falta.

Y sí, hay cosas que nos separan. Respecto a éstas últimas, debemos comprometernos –siempre, y especialmente esta semana en sede parlamentaria- a buscar puntos de encuentro, a debatir desde el respeto a la discrepancia y con la voluntad de ir a más en los acuerdos y a menos en la crispación. Se lo debemos a la ciudadanía.

Debemos a la sociedad un debate que nos acerque a las soluciones y nos aleje de los problemas, un debate que sea verdaderamente útil. Si no lo logramos, todos habremos perdido una excelente ocasión en el objetivo de recuperar la confianza de la gente en la política y las instituciones.

Más allá de las paredes de la Cámara, más allá de los regates que a veces inundan la dialéctica política, y más allá de los titulares de prensa, dos millones de personas esperan que sus representantes estén a la altura de tiempos tan duros -tiempos que requieren de consensos y acuerdos esenciales-.

Sobre todo ahora -ahora que las cosas están cambiando a mejor-, debemos estar todos a una para impulsar la recuperación económica y conseguir que, definitivamente, los datos que hablan de un cambio de ciclo sean una realidad en el día a día de decenas de miles de canarios que siguen padeciendo las secuelas de la crisis.

Es nuestra responsabilidad seguir arrimando el hombro para que el escenario teórico que se esboza en los cuadros económicos llegue cuanto antes al día a día de los ciudadanos, y también seguir apuntalando el bienestar que la crisis tanto ha amenazado y amenaza. Se está abriendo un nuevo tiempo que exige a la política –a los políticos- capacidad para entenderse y construir soluciones. No son tiempos para experimentos ni improvisaciones. Son tiempos que demandan conocimiento de los asuntos y de las posibles soluciones. Esta semana tendremos una buena oportunidad de avanzar en esa dirección, en la buena dirección.