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El 2015 pasará a la historia como el año en que comenzaron grandes cambios políticos e institucionales en España.
La profunda decepción con la que los ciudadanos acudieron a las urnas en noviembre del 2011, malestar provocado por algunos errores del Gobierno de José Luís Rodriguez Zapatero, desbordado por la peor crisis de las últimas décadas, se saldó con una mayoría absoluta para el PP. Cuatro años después, quienes otorgaron la confianza a Rajoy castigan duramente al PP en las urnas y dejan a los populares con el peor resultado electoral de su historia.
Es novedoso que, por primera vez, el castigo al partido del Gobierno no lo rentabilice el otro partido que ha estado en estos últimos cuarenta años al otro lado del bipartidismo: el PSOE. Los muebles rotos de los socialistas los salva o al menos dulcifica el mal resultado de los populares.
El respaldo que han perdido los dos grandes partidos del Estado se deposita en los emergentes, básicamente en Podemos y Ciudadanos. El enfado con las siglas del bipartidismo se ha traducido finalmente en escaños.
Las elecciones locales de mayo de este año ya anunciaron que algo estaba cambiando. Podemos y Ciudadanos comenzaban a ser influyentes en los Gobiernos autonómicos y municipales. El desplazamiento del poder local de los grandes partidos tradicionales a los proyectos nuevos adelantó que se avecinaban cambios profundos, que el resultado del 20-D ha confirmado.
¿Y ahora? Las urnas han castigado a los partidos que hasta este momento han sido de Gobierno. El equilibrio de poderes se ha visto sacudido por el aire fresco que traen los nuevos, que con el resultado electoral del domingo pasado han provocado que el diálogo, el consenso y la concertación sean las herramientas necesarias para renovar nuestra democracia.
Pero, ¿quién gobierna? El 20-D abre las puertas a nuevas elecciones generales en el transcurso de 2016.
El mosaico político del nuevo Congreso de Diputados hace inviable que algún acuerdo garantice la gobernabilidad del Estado, en un período sin duda apasionante que hay que seguir abordando: recuperación económica y social, Cataluña, reformas estructurales y actualización de la Constitución.
Las matemáticas dicen que hay varias sumas que pueden propiciar mayorías suficientes para gobernar. La política dice que todas ellas son, a corto plazo, una quimera. Por lo tanto, citémosnos otra vez en las urnas.
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