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El triunfo de los partidos independentistas en Cataluña permite, ya a posteriori, afirmar que no estuvo acertado el Rey con el contenido de su discurso del tres de octubre; en este sentido, cabe recordar que ya en aquel momento desde algunos sectores se le criticó la extrema dureza del mismo y la ausencia de iniciativas que invitaran al diálogo. También se equivocó Rajoy en sus decisiones respecto a Cataluña. Primero, por inacción. Malgastó cinco años pensando que el problema se resolvería solo; y después, cuando se decidió a actuar, erró en el control de los tiempos.

La convocatoria de elecciones tendría que haber sido para mitad del próximo año y no en un ambiente tan caldeado para el victimismo. No estuvieron tampoco acertados el Ministerio del Interior y los mandos policiales en el operativo del 1 de octubre, pues alimentaron el discurso de la persecución. Tampoco la Justicia controló inteligentemente los tiempos. En plena convocatoria electoral encarceló a la Mesa del Parlament y al Govern. Lo ocurrido el pasado jueves es el fruto de una sucesión de errores. La cadena de equivocaciones cometidas por el Estado en Cataluña ha ayudado significativamente a la mayoría parlamentaria independentista y al descalabro del PP, que prácticamente ha desaparecido de Cataluña -3 diputados de 135 y sin grupo parlamentario-.

La gestión del conflicto catalán por parte del Gobierno y del PP ha estado más centrada en fortalecer sus intereses partidarios en el resto de España que en profundizar en la solución de un conflicto institucional que no había hecho sino crecer desde el año 2012. El balance de la gestión de Rajoy y los suyos en Cataluña en estos últimos cinco años no puede ser más catastrófico: ha crecido como la espuma el apoyo a las tesis independentistas -de los 24 diputados que sumaba ERC y la CUP a los 70 que ahora suman JUSTSXCAT, ERC y la CUP-, el PP ha pasado de los 19 diputados que tenía con Alicia Sánchez Camacho a la insignificancia de los tres conseguidos el pasado jueves y,  además, Ciudadanos, que ocupa su mismo espacio ideológico, gana arrolladoramente en votos y escaños, de 9 diputados pasa a 37 con más de un millón de apoyos.

El resultado de las elecciones del pasado jueves abre nuevas incertidumbres -tanto en Cataluña como en el resto del Estado- que requieren atención en las próximas semanas. Quienes más suman no las tienen todas consigo. Aunque las fuerzas independentistas suman 70 escaños está por ver en qué condiciones presta la CUP sus decisivos 4 diputados.

También está por saberse si JUSTSXCAT y ERC aceptan ejercer la acción política respetando la legalidad o ahondan en la vía unilateral. Si el camino que escogen es el de actuar al margen de la legalidad tendrán, sin duda, el apoyo de la CUP pero también la amenaza de la aplicación, otra vez, del 155 de la Constitución.

Si, por el contrario, los de Puigdemont y Junqueras aceptan respetar la legalidad -el marco constitucional- no sería descartable que encontraran el apoyo de los 8 diputados del partido de Ada Colau, ahorrádose así estar sometidos a la radicalidad política y económica de la CUP.

Otra de las grandes incognitas a despejar es qué va a pasar con los encarcelados y con los fugados. Especialmente importante será cómo va a resolverse la situación de Puigdemont y Junqueras. Si el fugado retorna, ¿va a ser detenido y encarcelado?. ¿Los encarcelados podrán tomar posesión de sus escaños?; ¿podrá ser elegido president un encarcelado? En fin, las elecciones no han sido el final del procés, sino que, al contrario, abren nuevas incertidumbres en la política catalana.

Las dudas sobre el futuro inmediato que nos deja el 21-D no quedan circunscritas a Cataluña. El fracaso de Rajoy y del PP el pasado jueves puede repercutir en el ámbito del Estado. El triunfo de Inés Arrimadas y de los independentistas deja muy tocado a Rajoy. Su desacertada estrategia para neutralizar el independentismo y el crecimiento espectacular de su marca blanca, Ciudadanos, pueden suponer un efecto contrario al perseguido por los populares en la gestión del problema catalán. Los ciudadanos del resto del Estado pueden entender -igual que lo han manifestado el pasado jueves en Cataluña- que la derecha tiene una alternativa a la displicente actitud de Rajoy. Ciudadanos se ha convertido en una alternativa real para la derecha española. Lo ocurrido en Cataluña condiciona el calendario de la política española. Todo estaba en el aire y después de las elecciones catalanas todo sigue igualmente en el aire