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El próximo jueves los catalanes acuden otra vez a las urnas; como ya viene siendo frecuente de años a esta parte, han sido convocados de nuevo para elegir a sus representantes en el Parlament y, por lo tanto, el Govern de la Generalitat. Claro que en esta ocasión se da una circunstancia extraordinaria que no se vivió en las convocatorias anteriores. Por primera vez desde la Constitución del 78, la cita con los colegios electorales la ha hecho el Gobierno de España, ejerciendo así una competencia que hasta la aplicación del artículo 155 había sido exclusiva de la Generalitat.

La línea de actuación política e institucional ejercidas de Madrid y Cataluña, afrontando con escaso acierto la crisis social y económica del último quinquenio, ha terminado partiendo por la mitad a la sociedad catalana. A un lado los que sueñan con una Cataluña al margen de España, el llamado bloque independentista. En el otro, a una distancia cada vez más dificil de salvar, los que quieren compartir su futuro con el resto de España -los constitucionalistas-.

La agitación política, social y económica que protagonizan y sufren los catalanes pronostica una movilización histórica en unas elecciones -no ya autonómicas, si no de cualquier ámbito-. A día de hoy, el resultado se vislumbra incierto. Dos sondeos publicados hace unos días por el diario.es y por el rotativo leridano ´Segre´ auguran un Parlament sin mayorías claras y una Cataluña ingobernable tras el 21-D. Por su parte, la encuesta de Celeste-tel pronostica una victoria de ERC, pero deja a los soberanistas sin mayoría absoluta; y la de Infortécnica vaticina una victoria de Ciudadanos, dejando a los independentistas sin la mayoría de los 68 escaños para formar Govern, igual a los constitucionalistas. En ambos casos los comuns ejercerían de árbitros.

Los diferentes sondeos arrojan luces pero también muchísimas sombras. Según el de Celeste-tel, realizado durante la primera semana de diciembre, ERC obtendría 33 escaños y Ciudadanos se situaría segundo con 30 escaños. A continuación, Junts Per Catalunya con 25 escaños; el PSC, con 22 escaños, seguido por los comunes con 9 y la CUP y el PP con 8 cada uno. Con estos datos, ni el bloque independentista ni el constitucionalista sumarían para alcanzar una mayoría de estable de gobierno.

Si se analiza la encuesta publicada por Segre, el vencedor sería otro. Ciudadanos ganaría con 32-34 escaños y le seguiría ERC con 31-32. El resultado a partir de ahí es bastante similar: Junts x Catalunya, 25-26 escaños, seguido por el PSC con 21-23 asientos. Los resultados para la CUP, el PP y En Comú serían aún más discretos que en la encuesta del diario.es: 8-9, para la CUP; 7-8, para el PP y 6-8 para En Comú. En este último sondeo, el de Segre, los independentistas se quedarían  67 escaños incluso con la proyección más optimista, dejando un Parlament del que difícilmente puede salir un Govern estable.

Además del pronostico de ingobernabilidad al que apuntan los sondeos, los mensajes de unos y de otros en la campaña electoral tampoco invitan a la esperanza. Los debates electorales sólo están ayudando a ver con nitidez -y asombro- que los acontecimientos vividos en los últimos meses en Cataluña en nada han variado la posición de los situados en el bando independentista y tampoco la de los alineados en el bloque constitucionalista. Que los independentistas amenacen con continuar el camino de la unilateralidad, aquel que llevó a la cárcel a sus principales dirigentes, confirma que poco o nada han cambiado las cosas  o los discursos a pesar de todo lo ocurrido en los últimos meses.

Aunque los focos apunten en esa dirección, con el proceso independentista monopolizando la actualidad, la vida sigue su curso en Cataluña, y no para bien. El paro ha crecido en el territorio más desarrollado del Estado y su economía se deteriora lentamente. La factura del proceso no deja de crecer y van a pagarla los ciudadanos de a pie. Las cosas pueden ir a peor, porque de confirmarse los pronósticos, el resultado del 21-D nos dejará un panorama de ingobernabilidad, abriendo las puertas a nuevas elecciones. Con los acontecimientos que se han vivido, repetir las elecciones sería un drama social, político y, especialmente, económico.

El papel que pueden jugar las fuerzas transversales es clave para evitar una repetición de elecciones. El PSC y En Comú, partidos que defienden el catalanismo dentro de una visión de Estado, son la bisagra sobre la que abrir el camino  -a derecha e izquierda- de una mayoría estable de gobierno. En el post 21-D también puede ser importante la posición que adopte ERC. Ezquerra, partido de postulado independentista, es un partido que ha crecido en la cultura del pacto, del acuerdo; está muy lejos del idealismo de la CUP y de los independentistas de conveniencia que se juntan entorno a los restos de Convergencia.

En este escenario, el entendimiento de PSC, En Comú Podem y ERC asoma como el único camino realmente posible para evitar el desastre de la ingobernabilidad..Dependerá de lo que digan los ciudadanos y su cintura política. Su responsabilidad, la de todos, es demostrar la responsabilidad y altura politica que Cataluña necesita para evitar el caos que traería consigo perpetuar el desgobierno. El 22 de diciembre los catalanes deben dar con la puerta que los saque de una crisis que está minando a Cataluña y que lenta pero imparablemente está debilitando a España.