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 “Recuperar el gravísimo deterioro al que unos y otros han llevado la relación de parte del pueblo catalán con el resto del Estado requerirá tiempo, trabajo e inteligencia política. Será necesario trabajar para unir a partidos que estén ubicados en diferentes bloques. PSC, Ezquerra y En Comú Podem pueden decir y hacer mucho”. Con este párrafo cerré mi comentario del pasado domingo. Intentando interpretar los acontecimientos recientes e inminentes en Cataluña, analicé los cinco años de confrontación abierta entre catalanes partidarios de la independencia con catalanes que no quieren que se rompan los vínculos que les unen al resto de España; una división que ha terminado deteriorando la convivencia en el seno de la sociedad catalana y la de Cataluña con el resto de España.

La aplicación del artículo 155 de la Constitución, el rotundo pronunciamiento de la Comunidad Internacional en favor de la unidad de España y la convocatoria de elecciones para el próximo 21-D han abierto un nuevo tiempo en Cataluña. El punto de mira de todos está puesto en lo que ocurrirá en la cita con las urnas dentro de poco más de un mes, así como en hacer cábalas sobre las alternativas para conformar una mayoría de gobierno verdaderamente viable  para Cataluña.

Las noticias y el ruido que generan las candidaturas, las encuestas, los mensajes de campaña y las disquisiciones sobre la composición del futuro Govern lo sepultan todo. Aunque parezca mentira, los líderes independentistas encarcelados -Jordi Cuixart (Ómnium) y Jordi Sánchez (ANC)- ya no son la noticia de portada. Tampoco acaparan mucho interés -excepto en lo que se refiere a su candidatura- los también encarcelados Oriol Junqueras y los ex-consellers. De la aclamación pública a casi el olvido.

En este nuevo tiempo que se ha abierto en Cataluña se escuchan mensajes matizados que nada tienen que ver con la rotundidad rupturista expresada a lo largo de los últimos cinco años. “Pueden haber otras formas de relacionarse con España que no sea la independencia”, ha dicho Puigdemont. “Cabe renunciar a vías unilaterales para conseguir la independencia y acatar el artículo 155”, en boca de Forcadell. “El Govern no estaba preparado para hacer efectiva la DUI”, apuntó Sergi Sabriá, portavoz de ERC. “Cataluña no está lista para la independencia real”, ha confesado públicamente Artur Mas.

A partir de la noche del 21-D en un bando estarán los que quieren que la victoria sea de 10-0 -con la camiseta roja o con la estelada- y en el otro los que apuestan por tender puentes para sumar a unos y otros para que todos seamos más fuertes; puentes que empiecen a facilitar la recuperación de la confianza y la lealtad entre las partes.

Construir un proceso de aproximación entre los que hoy están alineados en el bloque independentista o en el constitucionalista necesitará tiempo y generosidad. A partir de la aceptación del respeto a las reglas de juego -la Constitución y el Estatut- cualquier combinación es posible.

Si se produjera una mayoría pro-independentista está claro que Govern se conformaría. En el supuesto a un mes vista poco probable de una mayoría constitucionalista, la única posibilidad de acuerdo es un Govern presidido por el PSC -aunque Ciudadanos le superara en escaños-. Si no, estamos probablemente ante la reedición de un tripartito conformado en esta ocasión por el PSC, En Comú Podem y Ezquerra.

La campaña electoral tiene muchos ingredientes y está por ver si echa por tierra las previsiones que las encuestas apuntan a un mes del nuevo encuentro con las urnas. Quienes vieron en la convocatoria electoral el camino para acabar con las incertidumbres pecaron de excesivo optimismo. En Cataluña siguen siendo más las preguntas que las respuestas.