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A medida que se acerca el 1 de octubre, el desafío de las principales instituciones catalanas -su Parlamento y Gobierno- va estrechando la actualidad hasta monopolizarla.  La atención que suscita y merece un órdago de esa dimensión ha terminado por hacer desaparecer de la prensa, radios y televisiones los problemas que afrontan otros territorios del Estado. Los pasos que se dan por parte del Gobierno de España o Cataluña, en los respectivos parlamentos, en los ayuntamientos catalanes, en los tribunales o en los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado deben ser seguidos -así está ocurriendo- con tanto interés como preocupación. El debate sobre el referéndum ilegal convocado por la Generalitat no se limita a los ámbitos político o institucional. Lejos de esto, ha ido penetrando en todos los entramados sociales y económicos.

Considerando que el terrorismo atiende a otros ámbitos y consideraciones, a lo largo de estas cuatro décadas de democracia no se había afrontado un problema tan exigente y delicado como este desafío secesionista. ¿Cómo se ha podido llegar hasta aquí? La respuesta a esta pregunta -que mucho nos hacemos- será más certera cuanto más nos alejemos temporalmente de los acontecimientos que ahora estamos viviendo. No obstante, hay actores que han contribuido -con intencionalidad o sin ella- al envite rupturista.

La controvertida sentencia del Tribunal Constitucional, en 2010, sobre el Estatut impulsado por Pasqual Maragall en 2006, que contó con nada menos que cinco votos particulares; el papel instigador del PP, recurriendo un Estatut que respaldaba ampliamente la mayoría social y política de Cataluña -recuérdese que sólo Ezquerra porque lo veía insuficiente y los populares por considerarlo muy generoso con el autogobierno de Cataluña se autoexcluyeron del acuerdo político-; medios de comunicación y organizaciones sindicales y empresariales catalanas, que se sumaron o lo dejaron correr para generar presión y conseguir así más competencias o financiación; en definitiva, este listado posiblemente incompleto como piezas del rompecabezas catalán, agravado por un desafortunado compromiso público de Zapatero que no pudo cumplir -«apoyaré la reforma del Estatut que apruebe el Parlamento de Cataluña”, dijo el presidente- lejos de ayudar a dar con la solución solo alimentaron el problema.

Mayoritariamente las fuerzas políticas catalanas siempre habían exigido más autogobierno y un pacto fiscal. Ahora bien, el hito que inicia el camino sin retorno en las relaciones del Gobierno de España con la Generalitat debe situarse en una cena celebrada secretamente el 21 de septiembre del 2006. El encuentro, que se prolongó por espacio de seis horas, tuvo como protagonistas en el palacio de la Moncloa al por aquel entonces presidente del Gobierno de España, José Luís Rodriguez Zapatero, y al líder de Convergencia i Unió, Artur Más. A lo largo de este encuentro ambos alcanzaron acuerdos que al no poder ser cumplidos por el Gobierno estatal desembocaron en una crisis Madrid-Cataluña que ha ido derivando a la situación de ruptura actual.

Zapatero y Más, en aquella larga cena en Moncloa, llegaron a un acuerdo global de apoyo de CiU al Estatut, impulsado por el presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall; y, por otra parte, el presidente y secretario general del PSOE se comprometió a que en las elecciones catalanas de 2006 gobernara la lista más votada.

El acuerdo sobre el Estatut saltó por los aires con el recurso del PP y la sentencia del Constitucional. Zapatero incumplió el acuerdo de permitir gobernar a la lista más votada. CiU ganó ampliamente las elecciones de 2006, pero el tripartito liderado por José Montilla -secretario general del PSC-  le cerró el camino a la Generalitat. Artur Más se sintió traicionado por el Gobierno de España. CiU pasó de ser una fuerza política nacionalista, comprometida con la defensa de Cataluña pero también con la estabilidad del Estado, a coquetear con el independentismo.

El 20 de septiembre de 2012 se produjo el primer encuentro como presidentes de Mariano Rajoy y Artur Más. En el transcurso de la reunión se constató que no había margen para el pacto fiscal que demandaba Cataluña. Esa tarde, Artur Más es recibido en la plaza de Sant Jaume por más de cuatro mil persona al grito de “Independencia”. Desde ese momento, la posición política de Más y de CiU no tuvo marcha atrás.

Otros interrogantes empiezan a abrirse para después del 1-O. ¿Elecciones anticipadas en Cataluña? ¿Convocatoria anticipada de elecciones generales? ¿Moción  de censura al Gobierno de Rajoy liderada por Pedro Sánchez con el apoyo de las fuerzas de izquierda y partidos independentistas que quieren dar una oportunidad al diálogo? Cada vez son más las preguntas y menos las respuestas.