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Brexit, Cataluña, debate de investidura, El Rey, Elecciones generales, Euskadi, Felipe VI, Galicia, Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, PNV, Rivera
El Rey ha llevado a cabo la cuarta ronda de consultas en siete meses, lo nunca visto, con los representantes de los partidos con representación parlamentaria, En la búsqueda de un candidato que pueda obtener los apoyos suficientes para ser investido como presidente del Gobierno, el Jefe del Estado vuelve a escena con un contexto cada vez más enrarecido y frustrante, y con alguna tentación de poner la pelota del problema sobre el tejado del monarca. Tentación, todo sea dicho, que denota cierta irresponsabilidad por parte de quienes alimentan esa presión y, de igual manera, síntoma de que ante la incapacidad de los partidos algunos pretenden desviar la responsabilidad hacia la Jefatura del Estado.
Tras los encuentros con el monarca en nada han variado las posiciones expresadas con anterioridad por los líderes políticos. El rechazo a apoyar un Gobierno presidido por Rajoy es mayoritario y firme por el momento. Todos los representantes de los distintos partidos entraron y salieron de palacio en la misma posición. Las imágenes difundidas tras las reuniones confirman una mayor preocupación en el Rey que en las tres rondas anteriores. Las sonrisas y la distensión han dado paso a rostros más serios que reflejan el lógico malestar ante una situación inédita que bloquea la investidura y el posterior nombramiento de un gobierno.
Pedro Sánchez está más preocupado de Podemos que de ejercer el papel que le corresponde como segundo partido del Estado.
La salida a este laberinto se complica cada vez más. Cada día que pasa la solución se aleja. No existe ninguna empatía entre los principales líderes. Todo lo contrario, nadie es capaz de poner sobre la mesa un programa de gobierno que aglutine a una mayoría. El distanciamiento personal entre los dos líderes de la derecha -Rivera y Rajoy– está pasando del recelo al rencor. Pedro Sánchez está más preocupado de Podemos que de ejercer el papel que le corresponde como segundo partido del Estado. Algunos partidos nacionalistas dan prioridad en su estrategia al calendario electoral en Euskadi, Cataluña y Galicia; y ninguno, ninguno, tiene como prioridad, por responsabilidad, los problemas de los ciudadanos y del país. Los resultados electorales del 26-J refuerzan el objetivo del PP de gobernar, pero su debilidad sigue siendo significativa. El PP es más fuerte que en diciembre, pero no lo suficiente.
Hay una mayoría parlamentaria que puede marcar la hoja de ruta, el programa, que debe ejecutar un gobierno de transición con fecha de caducidad. Alguien tiene que tomar la iniciativa y poner sobre la mesa ese programa que permita abstenerse a alrededor de 130 diputados, poniendo en marcha los mecanismos que faciliten tener un gobierno al dictado, que tendrá su punto y final cuando se den por cumplidos esos objetivos o programa de mínimos.
Algo extraño está pasando en este Estado donde, por una parte, quien no ha obtenido la mayoría suficiente para gobernar, Rajoy, espera que las circunstancias le hagan presidente
La hoja de ruta debería contemplar medidas para regenerar la democracia; una reforma constitucional que aborde, entre otra cuestiones, la articulación territorial; la modificación de las normas necesarias para resolver situaciones de bloqueo institucional como el actual; impulsar la estabilidad económica en el marco de nuestros compromisos europeos; medidas sociales correctoras de las crecientes desigualdades y un compromiso renovado por reforzar la Unión Europea para poder hacer frente a desafíos acuciantes como los que plantean la crisis de los refugiados, la amenaza del terrorismo, los conflictos abiertos en sus fronteras oriental y meridional; y el Brexit.
Algo extraño está pasando en este Estado donde, por una parte, quien no ha obtenido la mayoría suficiente para gobernar, Rajoy, espera que las circunstancias le hagan presidente y quien tendría que estar construyendo una oposición para sustituir a ese gobierno, Sánchez, se dedica a empujar a los brazos del PP a Ciudadanos, al PNV y a la nueva Convergencia.