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Congreso de los Diputados

El pasado domingo concluía mi artículo:

Todo apunta a que el sentido común no será la guía que conduzca la convulsa situación política española (…). Se está malgastando un tiempo precioso, la ausencia de soluciones de Estado nos acerca a los problemas de Estado.

Una vez concluida la ronda de contactos de Rajoy con el resto de las fuerzas políticas, seguimos en punto muerto. Nadie se ha movido de las posiciones fijadas de antemano; quizá un leve movimiento de Ciudadanos hacia una posible abstención en segunda votación, pero muy lejos del acuerdo que en su día cerró con el PSOE para nuclear un gobierno alternativo al PP.

Los mensajes que repiten una y otra vez los líderes de los partidos son: no puede haber nuevas elecciones; no se dan las condiciones para un gobierno alternativo al de Rajoy; y a Rajoy y al PP le decimos ‘no’. Pues bien, la solución de la ecuación exige que alguna de las tres variables que se plantean sea ‘sí’. O hay nuevas elecciones, o se articula una mayoría que posibilite un gobierno alternativo o alguien tiene que facilitar, con su abstención, la investidura de Rajoy.

Hay una coincidencia social, mediática, económica y política generalizada de que el país no aguanta una nuevas elecciones. Por lo tanto, la presión general sobre quien tiene la llave para que no se repitan las elecciones, Pedro Sánchez y el PSOE, se va a ir incrementado día a día; presión de los poderes fácticos del Estado; presión de otras fuerzas políticas; presión exterior y, además, presión interna de una buena parte de los barones socialistas.

¿Es posible gobernar, sin acuerdos de legislatura, con una minoría parlamentaria? En España hemos tenido ejemplos de gobiernos en minoría que han gobernado con estabilidad y con capacidad para ir alcanzando acuerdos puntuales, con unos y con otros, en asuntos importantes. Los ejemplos más cercanos en el tiempo fueron los gobiernos del 2004 y del 2008 presididos por Zapatero. En ambas legislaturas, el PSOE y Zapatero se apoyaron en lo que se denominó la ‘geometría variable’ y con excelentes resultados, pactando unas veces con los nacionalistas y otras con las formaciones de izquierda; haciendo equilibrios con unos y con otros, según qué temas, para formar mayorías.

Con minoría, Zapatero logró acuerdos parlamentarios para asuntos tan importantes como: la retirada de las tropas de Irak, la aprobación del matrimonio homosexual, la Alianza de Civilizaciones, su política para la negociación con ETA, la Ley Orgánica de Educación –con la polémica incorporación de la asignatura de la Educación para la Ciudadanía–, la Ley del Aborto, los Presupuestos Generales del Estado de cada año etc. En definitiva, en minoría gobernó con comodidad.

La situación actual es bien diferente. La capacidad de lograr acuerdos, con unos o con otros, que posibilitaba la composición del Congreso de las legislaturas del 2004 y el 2008, hoy no es posible. Lamentablemente, España está condenada a tener un gobierno maniatado por una mayoría parlamentaria hostil al PP y a Rajoy o, en su caso, dado que el gobierno alternativo, de la izquierda y nacionalistas, tampoco tendría el visto bueno de los barones socialistas, a nuevas elecciones.

Conclusión: tendremos un gobierno prisionero, provisional y de transición.