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Pedro Sánchez y Albert Rivera

Los datos ayudan a interpretar cómo se han movido las cosas durante las últimas semanas en la escena política estatal. Refrescar los resultados obtenidos facilita el análisis de las estrategias.

El PSOE cosechó el 20 de diciembre los peores resultados electorales de su historia. Es importante recordarlo. Es cierto que en esta ocasión concurrían a las urnas nuevas fuerzas políticas, que las alternancias ha dejado de ser cosa de dos. Dicho esto, no es menos cierto que el surgimiento de opciones emergentes, en el flanco izquierdo del escenario político, tiene su raíz en la incapacidad mostrada por los socialistas para aglutinar el descontento social que abonaron las políticas y actitudes del Gobierno del PP.

Conocidos los resultados, la misma noche del 20-D, hubo movimientos para precipitar el final del liderazgo de Pedro Sánchez al frente del PSOE. Las piezas comenzaron a moverse con la alternativa que representa Susana Díaz ganando posiciones entre los pesos pesados, convencidos los históricos del PSOE de que con apenas noventa diputados la prioridad era promover un congreso extraordinario que abriera una transición en las filas socialistas.

Nadie daba un duro por Pedro Sánchez cuando asomó ‘San Mariano’. Al desentenderse Mariano Rajoy del encargo que le hizo inicialmente el jefe del Estado para avanzar con la investidura, provocando la designación por parte del rey del líder socialista, el presidente en funciones dio a Sánchez una magnífica oportunidad para crecer entre los suyos.

Pedro Sánchez ha aprovechado el camino que le abrió Rajoy. Ha reforzado su posición entre los suyos. Unos creen que la dirección escogida es la correcta y otros que los acontecimientos le dejan poco margen a la discrepancia.

Pedro Sánchez creyó siempre en articular una mayoría de izquierdas que diera soporte a un Gobierno de cambio en España. Exploró experiencias próximas, como la de Portugal. Sin embargo, los recelos y la desconfianza que despierta entre los barones socialistas un Gobierno apoyado por Podemos y fuerzas independentistas, y la poca confianza que les inspiraba el proyecto de Sánchez, hizo que le impusieran unas líneas rojas que condenaban al fracaso la operación.

El empeño del candidato fue encomiable pero inútil. Agotada la posibilidad de un Gobierno de izquierdas, ahora lo intenta con la derecha.

El pacto con Ciudadanos solo es viable con la abstención del PP por la incompatibilidad de Podemos y los de Rivera. Sánchez propone un absurdo: un Gobierno de cambio de manos de la derecha.

El fracaso está cantado por la firme oposición del PP. Por lo demás, el plan B de Sánchez pactando con la derecha supone dejar solo a Podemos ante el electorado de izquierdas.

El 20-D una parte importante de los tradicionales votantes socialistas buscaron refugio en Podemos. El acuerdo con Ciudadanos no deja de ser un acuerdo con la derecha española.

¿Buscarán refugio en Podemos u otras fuerzas de izquierdas muchos votantes socialistas? ¿Facilitará el objetivo de Pablo Iglesias de ser la referencia de la izquierda en España el plan B de Sánchez? Las respuestas las tendremos en junio, en la próxima cita con las urnas.