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Canarias, Cataluña, Euskadi

En Canarias debe impulsarse el surgimiento de una plataforma cívica, con presencia de agentes políticos, económicos y sociales, que vele y represente los intereses de nuestro pueblo en el proceso de reformas de Estado, incluyendo la financiación y la Constitución, que a buen seguro después de las elecciones generales se abrirá en España.

Sea por la falta de consenso interno, sea por la escasa conciencia identitaria o sea por la falta de valentía política frente a Madrid que tanto nos ha debilitado históricamente, las singularidades del Archipiélago no quedaron bien ancladas en la Constitución del 78. Sí quedaron bien amarradas las vascas. También las navarras. Y las catalanas.

Debemos empezar por creérnoslo nosotros. Somos el territorio más singular del Estado español. Somos el más diferente. Somos el que necesita respuestas diferenciadas del resto, el que merece un estatus diferenciado dentro del Estado similar al que nos reconoce la Unión Europea: un estatus que nos ayude a ser menos dependientes.

Para que Canarias tenga interlocución en el proceso que sin lugar a dudas va a abrirse, será necesaria la fuerza del consenso interno. En juego va a estar si vamos a disponer o no de las herramientas competenciales, económicas, fiscales que nos ayuden a generar bienestar en las Islas.

Por lo tanto, nos afecta a todos: a los partidos políticos, a los sindicatos, a los empresarios, a las universidades, a toda la sociedad.

Por encima de ideologías debe de estar Canarias. Si no somos capaces de unir fuerzas, perderemos, otra vez, el carro del futuro.

La primera parte de la batalla que los separatistas catalanes han emprendido contra España culmina con la victoria del Estado de Derecho, de la Ley. El Gobierno de Rajoy, ausente de este grave conflicto durante los últimos cuatro años, ha logrado en el tiempo de descuento el apoyo de otras fuerzas políticas, de los sindicatos y de las organizaciones empresariales para que los poderes del Estado frenen las decisiones rupturistas impulsadas desde el Parlament y desde la propia Generalitat.

Pero no nos engañemos. Quienes han planteado la secesión de Cataluña, al menos una parte de ellos, sabían que el resultado de la confrontación no podía ser otro que el que se está produciendo. El punto de mira lo tienen puesto en la segunda fase de la batalla. En tener una buena posición política, social, económica y mediática en el proceso reformista que se abre.

Entre la independencia y el inmovilismo hay espacio para lograr una mejora de la financiación y de las competencias para Cataluña. Atentos están los vascos, que no van a avanzar ni un milímetro menos que los catalanes. ¿Y los canarios?. Depende de si somos capaces de lograr consenso interno, unir fuerzas, hacer valer el peso de la razón que nos asiste en el proceso que se abrirá a corto plazo.