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Betancuria

El clima, la naturaleza, la diversidad paisajística, la seguridad, la proximidad a Europa, son los principales soportes para que Canarias se haya convertido en un líder mundial en este sector económico, sector que –según todos los analistas avanzan– será el que más va a crecer en el mundo en los próximos decenios.

La modernización de nuestras islas no se entiende sin el turismo, y nuestra capacidad para seguir dando pasos como sociedad de oportunidades y bienestar pasa y seguirá pasando por este sector.

Los números son incontestables. Debemos seguir impulsando otras potencialidades, generar economía en otros terrenos, pero sobre todo no podemos bajar los brazos ni relajarnos respecto al turismo, un sector tremendamente exigente que requiere reflejos, perseverancia, imaginación y, desde la responsabilidad, un poco de osadía para emprender retos atrevidos que nos afiancen como potencia mundial.

Los datos lo dejan claro. La mayor aportación al PIB canario y los empleos que mayoritariamente se generan provienen del turismo. Esta evidencia de la economía del Archipiélago, este peso del turismo, nos sitúa además en buenas condiciones competitivas, con una mejor oferta para el turismo de masas, especialmente el de sol y playa.

Ahora bien, es necesario seguir impulsando medidas específicas para La Palma, La Gomera y El Hierro, fórmulas que les permita un desarrollo armónico y equilibrado, para de esa manera crecer inteligente y responsablemente, para no perder el tren de las oportunidades que se han dado en otras islas.

Claro que esos distintos ritmos o velocidades no solo se han dado entre islas, también islas adentro. También se producen desequilibrios dentro de una misma isla al existir municipios con unas condiciones limitadas para el turismo de masas.

Un ejemplo lo encontramos en Fuerteventura donde, la que fue capital histórica de Canarias, Betancuria, al tener protegido el 91,2 por ciento de su territorio y tener una costa acantilada no ha tenido, ni puede tener, unas potencialidades para su desarrollo como las que tienen Puerto del Rosario, Pájara, Tuineje, Antigua y La Oliva. Betancuria –valga como ejemplo de otros muchos municipios respecto al impulso del que hablo– aporta historia, naturaleza, patrimonio, cultura, que es valor añadido a la oferta turística global de la isla.

En este caso, es de justicia que se generen medidas que permitan que los betancurianos tengan un retorno de los ingresos provenientes del turismo, y así que se les facilite o permita un desarrollo similar, en bienestar, al del resto de la isla.

No es fácil. No. No es nada sencillo pero, si se lograra avanzar en ese camino, la presión de los alcaldes por generar desarrollos urbanísticos para obtener ingresos que les permitan que sus vecinos tengan el mismo bienestar que los llamados ‘municipios turísticos’ podría reconducirse hacia fórmulas que, como las que planteo, garantizan un crecimiento que proteja el entorno y abra las puertas a un desarrollo razonable.

Fotografía: ‘Betancuria‘, por Victor R. Ruiz