La Semana Santa nos deja agua del cielo y turistas de todas partes del mundo.
El deseo comúnmente compartido por la mayoría de quienes vivimos en estas
Islas era que lloviese. El Archipiélago atraviesa uno de los periodos más secos
de las últimas décadas, con la capacidad de almacenamiento de sus balsas,
presas y estanques bajo mínimos. La imagen blanca del Teide contrasta
también con la ofrecida apenas unos días atrás, delatadora de esa seca
prolongada. De ahí que las lluvias hayan sido recibidas con alborozo por la
mayoría de quienes aquí vivimos. Algo así como oro caído del cielo.
La realidad es que cada día son más frecuentes estos largos periodos de
sequía, que no solo castigan nuestros campos, sino que obligan a las
autoridades a tomar medidas muy restrictivas con tal de garantizar el
abastecimiento de la población. Políticas y acciones para lograr una
disminución de las pérdidas en la red, la mejora de los sistemas de
almacenamiento, la desalación de agua del mar o la depuración y reutilización
han de venir acompañadas de una nueva cultura para un consumo responsable
y eficiente.
La otra buena noticia para el Archipiélago en esta Semana Santa tiene que ver
con la alta ocupación turística registrada en todas las islas. El mal tiempo no ha
frenado las buenas perspectivas auguradas para esta última semana del mes
de marzo. Aeropuertos, puertos, restaurantes, bares, comercios y lugares de
ocio son en estas fechas auténticos hervideros de gente.
Tradicionalmente, las vacaciones de Semana Santa movilizan a millones de
personas desplazadas para descansar y disfrutar de la montaña, la cultura y la
historia, las tradiciones, la gastronomía o, por citar solo algunos ejemplos, del
mar, la playa y el sol.
Canarias continúa siendo uno de los lugares más codiciados para el turismo de
invierno en Europa. Además, llegado este instante preciso, la ocupación
registra un incremento notable, debido a la intensificación de la demanda de
visitantes peninsulares y los movimientos entre Islas. De ahí que este año, la
Semana Santa se cierra con unos datos espectaculares de ocupación y
facturación.
Igual que el agua caída del cielo riega de vida nuestros campos y acuíferos, la
llegada de visitantes a las Islas dinamiza y fortalece la economía canaria. Sin
agua no tendríamos futuro. Sin la afluencia de visitantes, tampoco. El turismo
es el soporte de nuestra economía. Antes de su llegada, la hambruna, la
pobreza y la emigración fueron nuestros compañeros de viaje.
Los ingresos provenientes directamente del turismo representan de manera
aproximada el 35% del PIB canario, con más de 400.000 empleos generados
directamente por este sector. Es muy difícil identificar en el Archipiélago alguna
actividad económica que directa o indirectamente no esté relacionada con el

turismo: hoteles, apartamentos, casas rurales, transportes (aéreo, marítimo y
terrestre), restaurantes, bares, establecimientos de ocio, comercio,
construcción, servicios de todo tipo, consultores, abogados, inmobiliarias y un
sinfín de actividades caminan al ritmo que marca la llegada de visitantes.
No obstante, resulta evidente que tenemos que tomar medidas urgentes para
empezar a girar hacia un patrón turístico más inteligente y sostenible. Un
modelo que prime la renovación por encima de las nuevas construcciones. Que
avance en la introducción del uso de energías limpias. En la racionalización y
eficiencia en el consumo del agua. Que apueste con determinación por el
consumo de productos de nuestra tierra.
En definitiva, necesitamos un modelo en el que prevalezca la calidad sobre la
cantidad y que tenga como eje conductor la sostenibilidad en el empleo, el
paisaje, el uso de recursos naturales, la identidad y el respeto a nuestra
historia, idiosincrasia y tradiciones.
Mejorar las condiciones competitivas del sector y frenar la especulación son tan
necesarias como evitar y cortar de raíz peligrosos brotes de turismofobia que
han comenzado a registrarse en algunas Islas.
El turismo es el soporte que ha servido para la mejora del bienestar de los
canarios. Por ello, es el momento de que Gobierno, cabildos, ayuntamientos,
empresarios, sindicatos y medios de comunicación den un paso al frente y
eviten su criminalización por parte de unos pocos.