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Brexit, Europa, Francia, Macron, Marie Le Pen, Reino Unido, Trump
La gestión de la crisis económica por parte de las autoridades comunitarias, con políticas que ha sacudido a Europa desde el año 2007, ha puesto en riesgo el proyecto de unidad europeo. Las medidas de austeridad impuestas, castigando a la parte más débil de la sociedad, han degenerado en una desafección de la ciudadanía de las instituciones, en general, y del proyecto europeo en particular.
La frustración y el desapego ha dado fuerza a los populismos, que con diferentes impactos e intensidades han tenido una especial incidencia tanto en el resultado de la consulta para el Brexit en el Reino Unido como en el despegue de partidos que abanderan propuestas excluyentes.
El pasado domingo en Francia estuvo en juego algo más que la presidencia de la República. En el aire estuvo la oportunidad de seguir trabajando para consolidar la Europa unida que necesitamos o, de haber sorprendido Le Pen con una victoria, la amenaza de que se abriera paso con un inevitable efecto contagio un nacionalismo irracional, egoísta e insolidario.
Macron representa los valores derivados de la globalización y Marie Le Pen los del antieuropeismo retrógrado y rupturista. Si Macron cree en la Europa sin fronteras, Le Pen apuesta por poner barreras entre territorios y entre ciudadanos. Macron es aún un mar de dudas e incertidumbres por la complejidad del escenario al que se enfrenta, pero las certidumbres de Le Pen habrían golpeado puede que definitivamente el proyecto europeo. En definitiva, Macron representa el futuro y Le Pen el pasado.
El resultado de las elecciones francesas no resuelve los problemas de los ciudadanos, ni mucho menos la desafección que se ha ido gestando en la última década. Ahora bien, dan una oportunidad para empezar a cambiar las formas de hacer las cosas y recuperar la confianza de la ciudadanía.
El Brexit, la victoria de Donald Trump, el creciente envalentonamiento de Rusia, el crecimiento de los partidos populistas, tanto por la derecha como por la izquierda, deben ser un buen toque de atención para, aprovechando el cambio de tendencia que pueden significar las elecciones en Francia, recuperar la senda de un proyecto de Europa basado en la democracia, la libertad y la solidaridad.
El proyecto europeo es tan joven como imprescindible. Han sido años construyendo lo que no debe destruirse porque significaría un paso atrás, un retroceso que nos colocaría en los antecedentes de 1958, año en el que echó a andar la Comunidad Económica Europea (CEE) que inicialmente establecía una cooperación económica cada vez más estrecha entre seis países: Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos. Lo que comenzó como una unión meramente económica fue evolucionando hasta convertirse en una organización activa en todos los frentes políticos, desde el clima hasta el medio ambiente y desde la salud hasta las relaciones exteriores y la seguridad, pasando por la justicia y la migración.
En 1993 se materializó esa transformación con el cambio de nombre de Comunidad Económica Europea a UniónEuropea(UE). De los seis estados fundadores de las originales Comunidades Europeas hasta su composición actual la Unión ha experimentado sucesivas ampliaciones, extendiendo sus fronteras hasta abarcar en la actualidad la mayor parte del territorio continental bajo la gobernanza común de la Unión Europea.
Aunque los Estados de la Unión difieren entre sí en su historia,cultura, población, geografía, modelo político y territorial de gobierno, e incluso en la forma de Estado (veinte repúblicas y siete monarquías), se encuentran vinculados entre sí por el compromiso político, económico y jurídico que deriva del proceso de integración europea asumido por todos en el marco de los Tratados constitutivos de la Unión Europea.
Tras la caída del Muro de Berlín el Consejo Europeo de 1997 dio un gran impulso a la reunificación del continente -aprovechando el desmoronamiento de la antigua Unión Soviética- e inició el proceso para incorporar a diez países del este; la incorporación se materializó en el 2004. No ha sido fácil llegar hasta aquí. Un avance de los partidos excluyentes en Francia habría sido un golpe muy duro.
El camino está aún haciéndose. Pendientes ahora del proceso de salida del Reino Unido, países como Turquía, Serbia y Montenegro esperan su turno de entrada. Los retos son muchos, y a la vista está que también las amenazas. Esperemos que las instituciones europeas aprovechen la oportunidad que da el triunfo de Macron para seguir avanzando hacia una Europa unida como garantía de bienestar, progreso y seguridad en un mundo multilateral. Los populismos se combaten con políticas justas, solidarias y con un altísimo compromiso social. Europa debe tomar nota de lo ocurrido de años a esta parte y girar sus políticas económicas en esa dirección. Los ciudadanos franceses han dejado un mensaje en las urnas que deben leer con detenimiento no solo en ese país sino en el conjunto de la Unión Europe
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