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Brexit, Canarias, EEUU, España, Europa, globalización, proteccionismo, Reino Unido, Trump
Algo está pasando, sacudiendo con fuerza al mundo occidental. Algo ocurre y cunde la impresión de que gobiernos y partidos no lo están sabiendo leer o traducirlo correctamente. La falta de perspectiva de algunos dirigentes, el escaso compromiso social de muchos poderes económicos, el poder emergente de las redes sociales y el circo en que ha derivado la actualidad en determinados medios, abonando consciente o inconscientemente el populismo, constituyen ingredientes perfectos para alentar un terremoto social y político que avanza cada vez con más prisa y sin pausa.
No es un debate ideológico entre izquierdas y derechas, entre conservadores y progresistas; tampoco entre ricos y pobres. Está agigantándose la brecha entre el campo y la ciudad, entre los que tienen trabajo y los que no tienen o lo han perdido, entre los que mantienen su bienestar y los que lo han visto disminuido, entre los que ven garantizado un futuro para sus hijos y los que empiezan a percibir que sus hijos van a vivir peor que sus progenitores
La gente está preocupada por el trabajo, por el salario, por el futuro que le espera a nuestros hijos
La ralentización del crecimiento económico puede explicar, pero solo en parte, el creciente malestar de una sociedad que ha perdido certezas y garantías, que hasta hace poco convivía con la expectativa de que los hijos vivirían mejor que los padres. Caen certezas, incertidumbres y expectativas. El insuficiente crecimiento económico y la pérdida de cohesión social multiplican las dudas, la incertidumbre y, sobre todo, el miedo que engorda sin parar el populismo y los discursos extremos.
La ceguera ante lo que está pasando de organismos internacionales, fuerzas políticas y poderes fácticos explica el resultado de la reciente consulta en el Reino Unido, el crecimiento de los populismos de izquierdas y derechas en Europa, el triunfo de Trump o las buenas perspectivas electorales que tiene, entre otros, Le Pen en Francia. El caladero de apoyos que ha encontrado Donald Trump en Estados Unidos, el respaldo que consiguieron los partidarios del Brexit en el Reino Unido o el crecimiento de los movimientos de la extrema derecha europea no afloran únicamente en los espacios de la marginación social. Son apoyos que les otorgan familias que pagan sus impuestos y observan con incredulidad lo que sucede a su alrededor: trabajos precarios, bajos salarios, pérdida de derechos laborales y degradación de las políticas públicas en sanidad, educación, vivienda o pensiones.
A la crisis global se han unido otros factores que han contribuido a la pérdida de bienestar. El impacto de las nuevas tecnologías sobre el empleo y los salarios y la progresiva deslocalización industrial -traslado a países con bajos costes de buena parte de la producción- han contribuido al aumento de las desigualdades y al empobrecimiento de las clases medias. En las familias la prioridad es llegar a fin de mes. La prioridad es el empleo y el salario digno. Decae la inquietud ante el cambio climático o la corrupción. Cala la demagogia de la que hacen uso los populistas.
Como reacción a la globalización surgen posicionamientos proteccionistas, aislacionistas
Podemos estar en un proceso inverso al que se produjo hace unas décadas con la globalización. A la creciente comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo, que propiciaba la globalización, uniendo mercados, sociedades y cultura, se le está oponiendo una reacción proteccionista -nacionalismo económico- favorecida por la pérdida de calidad de vida de los nacionales.El Brexit en el Reino Unido y el éxito cosechado por Trump en las elecciones americanas son un buen ejemplo.
El atrincheramiento interno, las promesas de políticas excluyentes con los inmigrantes, la renuncia a compromisos internacionales y la creación de barreras aislacionistas marcan una tendencia preocupante que los partidos y gobiernos no están sabiendo interpretar. No sólo se quiere volver a un proteccionismo económico, a un nacionalismo económico. La ola que Trump fortalece con su triunfo va a golpear contra sistemas y valores que creíamos perdurables. Todo vuelve a estar en el aire. Se avecinan curvas también para la Unión Europea y, por tanto, para España y Canarias.
Son palabras muy bonitas y estudiadas. Pero gente ubiquemonos por favor si el mundo esta Como esta es por culpa de nosotros mismos, no de los politicos o del gobierno.
Dicen que dijeron: «Creced y multiplicaos» pero no a lo p…………!.