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El pasado domingo hice algunos apuntes sobre la situación política en España de cara a las elecciones del 26-J. En esa dirección, llamé la atención sobre el posicionamiento de las principales fuerzas políticas de cara a los comicios y, por su especial interés, me detuve en las dificultades que iban a tener el PSOE y los partidos nacionalistas tradicionales para trasladar propuestas y mensajes nítidos a sus votantes habituales y potenciales.
Entre la oferta del referente de la derecha, el PP, y quienes dan pasos para ganar la centralidad de la izquierda –la coalición de Podemos con IU–, tanto el PSOE como los nacionalismos ‘de siempre’ afrontan estas semanas con crecientes incertidumbres. En el caso de los nacionalistas, dudas que vienen de la mano del mejor o peor comportamiento que puedan tener nacionalismos que pudiéramos catalogar como emergentes, los de las confluencias.
Las dificultades a las que me refiero no están tanto en el programa electoral sino en la política de pactos. Y es que, en lo que pudiéramos ver como una segunda vuelta o una prórroga del 20-D, ante la evidencia de la inexistencia de mayorías absolutas y del fracaso de la política de acuerdos que posibilitaran un Gobierno estable, los ciudadanos esperan ahora que los partidos se definan claramente sobre con quién o quiénes están dispuestos a llegar a acuerdos.
El PP y la coalición de izquierdas no se esconden a la hora de fijar sus preferencias. El PP sigue apostando por la gran coalición con Ciudadanos y PSOE. Eso sí, siempre que sea un Gobierno liderado por ellos. Al otro lado del arco ideológico, la coalición Podemos-IU ha fijado sus preferencias en un pacto con el PSOE.
Pudiera parecer que el partido que representa Pedro Sánchez está en eso a lo que aludí con anterioridad y que se ha dado en llamar la centralidad política, en este caso mirando a izquierda y derecha y siendo el socio deseado por ambos. Sin embargo, esa posición de ventaja que tiene el PSOE la tira por la borda cuando descarta categóricamente acuerdos tanto con el PP como con Podemos-IU. Esa indefinición clara de los socialistas en la política de pactos, autodescartándose ‘de facto’ como alternativa u opción de Gobierno –cerrándose las puertas, tanto respecto a la derecha que representan los populares, como al bloque de izquierdas nucleado entorno a Iglesias y Garzón– puede dejarlos después del 26-J en una situación aún más compleja, que ya es decir.
Sin duda, las negociaciones para formar Gobierno después del 26-J van a ser difíciles y complicadas, pero habrá Gobierno. El país no puede soportar un segundo fracaso a la hora de conformar mayorías gubernamentales.
La posición en la que se está situando el PSOE puede llevarlo, voluntaria o involuntariamente, a un callejón sin salida donde se vea abocado a tener que apoyar a un Gobierno del PP. En esta hipótesis, un Gobierno con fecha de caducidad: el tiempo que necesita Susana Diaz para hacerse con el control del partido y dar el salto a Madrid.