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Sánchez e Iglesias

La actualidad informativa continúa monopolizada, como pocas veces lo había estado, por una interminable sucesión de audiencias, reuniones y comparecencias de quienes, cada cual en su papel, tienen la obligación de desbloquear una legislatura que se resiste a empezar. No estaba fácil antes de que Pedro Sánchez aceptara el encargo del rey y tampoco lo está ahora, con unas matemáticas parlamentarias que siguen animando a pensar que a la vuelta de febrero el calendario caminará hacia otras elecciones generales.

Realmente, ese monográfico informativo al que antes me referí no es nuevo. La incierta situación política acapara titulares, de una forma continuada, desde hace ya casi un año. Desde las elecciones locales y autonómicas de 2015 toda la atención gira en torno a los movimientos tácticos-estratégicos de los distintos partidos políticos, así como sobre la repercusión que pudieran tener en el novedoso equilibrio de fuerzas que los partidos emergentes han traído consigo. Un término éste, emergentes, que no solo debe aplicarse a Ciudadanos o Podemos, sino a las diferentes fuerzas nacionalistas o independentistas que han entrado en escena.

Han sido meses en los que los partidos hablan de las cosas de los partidos, sin que apenas parezca quedar espacio para los problemas reales de la ciudadanía, para la realidad que los ciudadanos afrontan en su día a día.

Las noticias en los digitales, en la prensa, en radios o televisiones sobre la intensa e incierta situación política son un buen caladero para columnistas, opinadores, blogueros y tertulianos que hacen cábalas sobre la las posibilidades para configurar una mayoría parlamentaria que pueda sostener un Gobierno. Se multiplican las quinielas políticas pero se echa en falta la política de las cosas de la gente.

Si la inercia negociadora no da un giro inesperado, las claves del próximo Gobierno, nazca de la negociación que Sánchez ha iniciado o de otro proceso electoral, las tendrá Podemos. La iniciativa la tiene Sánchez pero la decisión es cosa de Podemos. Serán los de Pablo Iglesias los que, en última instancia, decidan si habrá o no elecciones en mayo o junio.

Las piezas son las que son. La firme oposición del PSOE a facilitar con su abstención un Gobierno del PP, la imposibilidad de que el PP pueda sumar una mayoría de Gobierno o la decidida y expectante posición del PP contraria a un Gobierno liderado por el PSOE ponen en manos del partido morado la decisión de si hay Gobierno o nuevas elecciones. Sin la participación activa o pasiva de Podemos no hay Gobierno.

La estrategia del PP parece clara: esperar a que Podemos haga fracasar la iniciativa de Pedro Sánchez y tener una segunda oportunidad en una nueva convocatoria electoral. ¿Qué hará Podemos? Por la ambición que demuestran y por los gestos que escenifica, por su interés en desplazar al PSOE como referente de la izquierda, todo apunta a que, digan lo que digan en público, en el último momento no facilitarán un Gobierno del PSOE.