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En su primer discurso como rey, Felipe VI ha hecho bien reconociendo las dificultades, las incertidumbres y la complejidad del momento económico e institucional, y ha sido valiente al asumir que el descontento y la indignación de los ciudadanos están más que justificadas ante una crisis que, en el conjunto del Estado, tiene en el desempleo y el incremento de las desigualdades sus expresiones más dolorosas, así como ante determinadas conductas poco o nada ejemplares.
En esa dirección, ha estado acertado al recalcar la conveniencia inaplazable de impulsar la regeneración para reconducir el descrédito institucional. Dedicar la primera parte de su discurso a la necesidad de cortar de raíz y sin contemplaciones conductas poco ejemplares denota que está escuchando correctamente el sentir de la sociedad. Esa atención a lo que los ciudadanos demandan y esperan le honra, como le honra que haya rebajado la irresponsable euforia económica del Gobierno del PP, que ha dado por finalizada la crisis cuando la realidad lo desmiente.
Un discurso, el del PP, más electoralista que realista, a diferencia de en Canarias, donde a pesar de liderar la recuperación mantenemos los pies en el suelo y reiteramos que debemos seguir volcándonos con los que peor lo están pasando.
La referencia del Rey a Cataluña es oportuna, pero insuficiente, porque ha limitado su alusión al modelo territorial al ‘caso catalán’, cuando lo cierto es que la necesidad de poner al día el marco de convivencia y de relaciones de los distintos territorios con el Reino de España, con la Constitución sobre la mesa, no se limita a Cataluña.
El discurso, en esa linea de nombrar sin nombrar que es uso de la Corona, fue más directo que los de Juan Carlos I, y denota una voluntad de mirar de frente a la realidad. Ahora queda saber si, quienes deben tomar nota en el ámbito de las instituciones y los partidos en el conjunto del Estado, pasarán de las palabras a los hechos respecto a la regeneración democrática, la crisis económica o los desajustes territoriales, y también en lo que atañe a la necesidad de escuchar y atender las demandas de los ciudadanos y de los territorios.
No le falta razón cuando dice que hay que corregir los fallos del sistema, y también en este aspecto el Gobierno del Estado debe sentirse aludido y emprender reformas imprescindibles para recuperar la confianza. El rey, desde su posición, debe animar a que se avance en coherencia con su análisis. Cuando aludió al marco de convivencia no debió mencionar solamente a Cataluña, sino también a otros territorios, como Canarias, que esperan que de una vez por todas se ponga al día la Constitución.
Fotografía: Casa Real
Excelente discurso, Presidente.