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Imagen aérea incendio La Gomera

Los incendios que han azotado las islas de La Gomera, Tenerife y La Palma en las últimas semanas han dejado en Canarias algo más que tristeza y cenizas. Del fuego desatado en nuestros montes podemos extraer decisiones y certezas.

Empezando por estas últimas, me gustaría resaltar, en primer lugar, que los incendios han vuelto a confirmar el civismo de la población isleña, el comportamiento ejemplar de la inmensa mayoría de los ciudadanos que, incluso ante situaciones tan tensas y dramáticas como el desalojo de su vivienda o el traslado a un refugio temporal, han actuado siempre y en todo momento desde la colaboración con las decisiones adoptadas por los técnicos y las autoridades responsables.

Otra de las certezas es la solidaridad de los canarios, un sentimiento de unidad que se ha propagado más rápido incluso que las llamas y que se ha volcado especialmente con los habitantes de La Gomera y su sufrimiento. Un sufrimiento que ha sido compartido por todos los canarios. Un dolor que se ha traducido en forma de ayuda espontánea y desinteresada a través de la acción de cientos de voluntarios, y que se ha reflejado igualmente en los miles de mensajes que han recorrido las redes.

Un compromiso, un sentimiento de unidad, que ha asomado también desde los medios de comunicación, que han mantenido informada a la población, ayudando a difundir las decisiones de los técnicos.

Una vez más, se ha demostrado que, se viva donde se viva, a los canarios nos duelen por igual los problemas que en un determinado momento atraviese una sola de las islas. Ocurrió meses atrás con El Hierro, y ha vuelto a ocurrir con los incendios.

En este punto, como presidente de Canarias quiero expresar el aplauso y reconocimiento de las mujeres y hombres de esta tierra a quienes estas semanas han hecho un esfuerzo descomunal combatiendo el fuego; a quienes lo han hecho en primerísima línea por aire o tierra y a aquellos que han llevado a cabo las diferentes acciones complementarias.

A los técnicos que han dirigido las labores de extinción –un referente para otras comunidades autónomas, sin duda-, al personal sanitario, a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, a los responsables de las distintas administraciones, a los voluntarios, a todos los que han arrimado el hombro, de corazón, gracias.

Gracias porque día a día, sin apenas descanso, lo han dado todo.

Lamentablemente, y a pesar del excelente trabajo realizado por todos los colectivos a los que he aludido, los incendios declarados en las Islas, tanto el de La Palma como los sucesivos en Tenerife y el más grave, en La Gomera, han dejado tras de sí dolor y desolación. Decenas de ciudadanos han visto arder sus casas, sus campos, el ganado que tenían. Se ha destruido una parte importante de nuestros paisajes, se ha dañado gravemente nuestra economía y se ha producido un perjuicio considerable al turismo.

Eso sí, todos tenemos que felicitarnos porque no haya habido desgracias personales. Esa ha sido, es y será siempre nuestra prioridad: preservar las vidas humanas, garantizar la seguridad de las personas.

Una convicción, una premisa, que nos llevó a adoptar medidas difíciles; incómodas seguramente. Pero, cuando lo que está en juego son las personas, solo cabe actuar con máxima diligencia y responsabilidad, sin importar las críticas que pueda acarrear.

La colaboración ciudadana y los consejos de los técnicos -que hemos seguido en todo momento- han contribuido a que tragedias que se produjeron en el pasado, o que se han producido en otros lugares este verano, en el caso de Canarias no hayan tenido lugar.

En este punto, es de justicia poner en valor la capacidad de nuestros técnicos. Y, en esa dirección, cabe recordar que las decisiones que adoptan nacen de protocolos y criterios reglados, y no de la voluntad o mera inspiración de los responsables políticos.

Quienes estos días intentan utilizar un hecho tan desgraciado para hacer daño políticamente deben saber que, poniendo en duda su solvencia, están cometiendo una injusticia enorme con los técnicos –con excelentes técnicos-.

El pasado viernes anuncié, tras la celebración de un Consejo de Gobierno extraordinario, una batería de decisiones y medidas –en las que no me detendré, pues fueron recogidas con detalle por todos los medios de comunicación ese día y ayer sábado-. Ahora bien, sí quiero incidir en que el Gobierno canario ha puesto, pone y pondrá todo lo que esté de su mano para ayudar a quienes han vivido en primera persona las consecuencias de estos incendios.

Mucho se ha escrito estos días sobre confrontación entre gobiernos. Sobre este particular, me gustaría dejar claro que el Gobierno canario lejos de generar tensiones lo único que ha hecho es trabajar día y noche, coordinar y aglutinar la aportación de los distintos cuerpos y colectivos y, como es nuestra obligación, defender el derecho de los canarios a que se atienda como se debe a unas Islas cuyas características –y sobre todo, distancia- imponen un esfuerzo añadido por parte de los responsables de Medio Ambiente.

No quiero terminar esta reflexión sin enumerar, uno a uno, como hice en mi comparecencia del viernes, a quienes han ayudado durante estos dificilísimos días a combatir el fuego y a atender las necesidades de los ciudadanos.

A los vecinos, al Cabildo de La Palma , Cabildo de Tenerife y Cabildo de La Gomera con sus respectivos operativos de lucha contra incendio y CECOPIN

A las Brigadas de los Parques Nacionales del Teide, Garajonay y la Caldera de Taburiente.
A las policías locales de los municipios afectados con sus Ayuntamientos al frente.
A la Guardia Civil, asociaciones de voluntarios, Protección Civil, Cruz Roja, AEA y otras ONG, Bomberos de La Palma, Consorcio de Bomberos de Tenerife y voluntarios.
A la Unidad Militar de Emergencias, Delegación del Gobierno, Ministerio de Medio Ambiente, a la BRIF, a los equipos de los hidroaviones Canadair y el helicóptero kamov; a la Capitanía Marítima y AENA.
Al personal del SUC, CECOES 1-1-2, GES, GRAFCAN.

A las empresas e instituciones privadas que han contribuido con sus recursos y logística a un mejor desarrollo de las tareas de extinción, especialmente a Fred Olsen, Unelco, Telefónica, Vodafone, Eurel, Naviera Armas y Cepsa de Aviación.

Al Cuerpo General de la Policía Canaria.

Y especialmente a los equipos de los hidroaviones de Marruecos.