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Adán Martín

En estas horas de dolor y recuerdos, me viene a la memoria con especial nitidez una noche de finales del 86. Poco antes o después de la medianoche, volvíamos Manolo Hermoso y yo de Vilaflor dándole vueltas a un montón de cosas, y de entre ese montón barajábamos cómo armar una buena lista electoral para el Cabildo, cómo presentar un buen equipo en las elecciones que se celebrarían unos meses después.

Me parece que fue ayer mismo cuando, recorriendo aquellas carreteras en la noche, le dije a Manolo que la persona para liderar ese equipo era, sí o sí, Adán. Manolo resopló, y me comentó que no habría manera de convencerlo, que Adán –en aquel momento todavía concejal- había decidido volver a la empresa privada.

Ya lo sé, le comenté, pero no nos podemos quedar sin intentarlo. Lo siguiente fue acercarnos a casa de Adán –los móviles eran algo de escaso uso-. Nos recibió en bata, nos dijo que había madurado mucho el abandono de la actividad política pero que, en cualquier caso, no tenía ningún problema en hablarlo al día siguiente. Quien tantas vueltas les daba a las cosas, quien maduraba sus decisiones con tanto acierto, aquel domingo nos dijo que sí, que no podía dar la espalda a la posibilidad de arrimar el hombro desde el Cabildo. Ese era Adán. Incapaz de mirar hacia otro lado, de desentenderse de los grandes retos, de no implicarse en los sueños colectivos. Quien tenía tomada la decisión de abandonar la política, aquel domingo no supo dar la espalda al compromiso con la sociedad que lo vio nacer, con Canarias, con el interés general con mayúsculas.

En estas horas en las que todos encajamos el golpe, rescato esta anécdota porque creo que retrata bien la actitud, la generosidad y la valentía de quien renunció a una brillante carrera profesional para entregarse en cuerpo y alma a lo público. A una vocación de servicio público a la que entregó su vida.

A Adán lo había conocido a principios de los 80, siendo él teniente de alcalde en Santa Cruz y yo alcalde en El Sauzal; pero fue a partir del 87 cuando tuve la oportunidad de trabajar con él, codo con codo, durante trece años en el Cabildo de Tenerife. Adán siempre fue compromiso, constancia, perseverancia. Adán, a secas -porque para la gente siempre fue Adán, a secas, sin título ni protocolo-, era capaz de colocarse por delante de su tiempo, de ver más allá, de convertir el presente en una herramienta para preparar el futuro que él ya adivinaba.

El presente se le hacía pequeño. Sin desatender las cosas del día a día, él siempre tenía la mirada en el medio y largo plazo y, a partir de ahí, en cómo definir el rumbo que nos llevara a una Canarias capaz de desarrollarse equilibrada e inteligentemente.

Esa capacidad de adelantarse a los acontecimientos fue una de sus grandes aportaciones en todas y cada una de las responsabilidades que ocupó. Adán se ha ido, pero no del todo. Su labor queda, y para siempre.

El progreso de las sociedades se construye con el esfuerzo y la entrega de quienes, conocidos o anónimos, aportan su grano de arena. Ahora bien, las sociedades necesitan de personas que en determinados momentos lideren, marquen un rumbo, hagan equipo. Personas como él. Como Adán, siempre atento, capaz de escuchar, de aprender de los demás, de dar espacio a quienes querían sumarse a los sueños.

Adán nos ha dejado y lo ha hecho peleando. Ha muerto como vivió: luchando hasta más allá de lo imaginable. Hoy es un día duro. Son estas unas horas tristes para todos los canarios de bien, y especialmente para aquellos que tuvimos la fortuna de tener un trato cercano con él; de compartir sus proyectos, sus ideas, sus desvelos, su concepción de una Canarias unida, cohesionada, solidaria, capaz. Y si Canarias es hoy un pueblo mejor, que lo es, parte del mérito corresponde, indudablemente, a Adán. Se ha ido un canario de los pies a la cabeza, un fuera de serie que creía firmemente en Canarias y en los canarios. Por eso nunca hubo doblez en su defensa de la canariedad. Su entusiasmo por esta tierra fue tanto más sincero en cuanto pensó mucho Canarias. Y cuanto más reflexionó, más motivos encontró para dibujarnos un futuro esperanzador de puertas adentro y de puertas afuera.

Hoy, quizás, aún no seamos conscientes de la importancia de su legado político, de ese semillero de ideas que empezó a germinar en forma de planes, proyectos y programas que pretendían colocar a Canarias en la mejor de las posiciones para afrontar las exigencias de un nuevo siglo y de una sociedad en plena transformación. Pero más pronto que tarde sabremos apreciar la verdadera dimensión de un político grande, con el que desde ya tenemos contraída una deuda de gratitud todos los canarios.

Hoy es un día triste para Canarias, es cierto. Pero nos queda el consuelo de que la obra de Adán Martín Menis quedará para el futuro; nos queda seguir trabajando para acercarnos al sueño compartido de una Canarias más justa, más equilibrada, más fuerte, y nos queda, sobre todo, el ejemplo de un político mayúsculo, ejemplar. Gracias, Adán. Gracias por todo lo que has dado por esta tierra.