En primer lugar, quiero agradecerles de corazón que me permitan compartir con todos ustedes este momento tan especial para el barrio de la Nueva Isleta.
Créanme si les digo que me siento inmensamente honrado por estar hoy, aquí, como pregonero de las Fiestas de El Salvador y de la Cruz. Y créanme cuando les digo que es un honor tener la oportunidad de reunirme, una vez más, con todas las familias de este barrio.
Un barrio único. Singular. Un barrio que, al mismo tiempo, comparte tantas cosas con la realidad de nuestras Islas que está estrechamente hermanado con los barrios y ciudades de toda Canarias. Estrechamente unidos con la gente que da vida y sentido a nuestra tierra, a nuestro pueblo.
La Isleta (singular, llena de orgullo y carácter) también surgió como punto de encuentro de canarios de muy diversa procedencia, así como de emigrantes llegados de más allá de nuestras fronteras.
¿Qué mejor ejemplo de solidaridad, civismo, tolerancia y nobleza que la construcción de un espacio común de convivencia a partir de las diferencias?
¿Qué mejor ejemplo de esfuerzo, coraje, amor por la tierra, convicción y conciencia civil que ponerse a trabajar juntos, transformando la diversidad en unidad, en pos de un objetivo compartido?
Ésa y no otra ha sido la historia de Canarias. Y ésa y no otra es también la historia, el argumento principal, de esta gran obra que se llama Nueva Isleta.
Una historia, la de este barrio, que habla de grandes dificultades, de comienzos duros y senderos plagados de obstáculos. Una historia reservada solo a personas entregadas, sacrificadas, convencidas.
Una historia en la que ustedes, todos y cada uno de los hombres y mujeres que han formado y siguen formando parte de este barrio, son los auténticos protagonistas.
Así es. Desde que a finales de los años cincuenta del pasado siglo se diseñara el proyecto de la configuración del barrio, Nueva Isleta ha recorrido un camino difícil. Como difíciles son todos los caminos, cuando los recursos son escasos.
Si hoy podemos hablar de logros, de un barrio cohesionado y vital, de un espacio de convivencia, es por que los vecinos de Nueva Isleta -todos ustedes- han ido recorriendo ese camino derrochando generosidad, entrega, sacrificio y lucha.
A este barrio nadie le ha regalado nada. Todo se lo ha ganado a pulso. Demostrando una conciencia cívica que constituye un ejemplo y un modelo para las nuevas generaciones y para la sociedad canaria en general.
Vecinos que llegaron de la propia Isleta y de otros puntos de Gran Canaria, de Fuerteventura, de Lanzarote o de Galicia. Marineros, estibadores, cambulloneros, albañiles…
Gente joven. Gente humilde. Gente que hizo valer su amor por el barrio, sobre cualquier otra diferencia y consideración, para construir en armonía y con valentía un sueño común.
Fueron tiempos difíciles aquellos de la posguerra. Momentos en los que la comunidad y la solidaridad adquieren una importancia vital. En los que destacan esfuerzos personales que merecen el mayor de los recuerdos y los homenajes:
Saturnino Martínez, auténtico líder de la comunidad; que, junto a Bernardo Brito y Rafael Sánchez Bonilla, son testimonio vivo de la fundación de su asociación de vecinos.
Junto a ellos, José Fernández Román, Juan el Palomero, la profesora de música Ana María Durruti, Guillermo Santiago, la maestra Ana María Macho o María del Carmen Martínez Vázquez.
La solidaridad de Armandito, de la calle Tecén; Teodorito, en Ansofé; Modestito, de Benartemi; Danielito, en la calle Gordillo; Martín, en la de Bandama; Chanito, en la calle Guadarfía.
De tantos otros tenderos que aliviaron las penas y el hambre en aquellos años tan duros, convirtiendo sus tiendas de aceite y vinagre en auténticas financieras del alimento gracias al ‘fiao’, esas libretas en que todo se apuntaba… y casi todo se pagaba…, auténticas precursoras de las tarjetas de crédito.
La generosidad de Eduardo, el barbero, que trabajaba en la calle Osorio, pero que no tenía inconveniente alguno en acudir a las casas de aquellos que se encontraban impedidos. Y que aún hoy, a su edad, sigue acudiendo a pelar a algunos de sus amigos y clientes enfermos en los hospitales donde se encuentran ingresados.
Modesto Bolaños, el transportista que no dudaba en rebajar su tarifa a la mitad cuando la situación lo requería, aunque tuviera que subir a sus espaldas neveras y lavadoras hasta las azoteas.
Carmelo González Vizcaíno, el jardinero del barrio, que durante más de treinta años se encargó de regar los jardines creados por los propios vecinos.
Luchadores incansables por el barrio, como José García García, Nicolás Vera Sosa, Guillermo Díaz Pereira, Eduardo Peñate Santana o José Luis Guerra de Armas…
Todos nombres propios que merecen, como digo, nuestro recuerdo y consideración. Nuestro emocionado agradecimiento.
Junto a todos ellos, permítanme que tenga hoy un recuerdo especial para otros muchos hombres y mujeres del barrio de los que no tenemos constancia, pero que han igualmente sido fundamentales en su historia.
Que destaque la aportación anónima. La gotita de agua aportada por tantos y tantos vecinos de forma desinteresada. En silencio.
Codo con codo, para formar esa gran corriente comunitaria y civil que ha dado fuerza y valor a la Isleta para superar todos los obstáculos.
Porque cuando no se pudieron entregar las casas por defectos en la canalización del agua de abasto -apenas concluida la urbanización- allí estuvieron los vecinos aportando a escote el dinero necesario.
Porque cuando las calles eran un barrizal y hasta los taxis se negaban a entrar por seguridad, allí estuvo la lucha vecinal para arrancarle al Ayuntamiento el asfaltado.
Porque cuando siquiera había línea de guaguas, ahí estuvo la movilización de la asociación para reivindicarla.
Porque no había colegio, y entre todos se logró.
No había jardines, y las gentes de Nueva Isleta los crearon con sus propias manos. Y las siguen manteniendo con sus medios, convirtiéndolas en una de la zonas más ajardinadas de la ciudad.
No había cancha de fútbol sala y allí fueron todos, padres y niños, a allanar el terreno del solar para acelerar la obra.
No había local para la asociación de vecinos, y vuelta al tajo para habilitar uno en las instalaciones de la cancha de fútbol. Esta vez con la colaboración de los propios jugadores del club de Nueva Isleta.
Niños que hoy son padres (seguro que muchos me están escuchando), a los que se les recompensaba el trabajo con un bocadillo y un vaso de Clipper. Tiempos que no son tan lejanos. Carencias de las que los canarios sabemos mucho.
Sé de lo que hablo. Yo nací y crecí en un pueblo, El Sauzal, al que también le faltaba de todo. Nací a una realidad difícil, que requería coraje y compromiso. Por eso me van a permitir que confiese, aquí, y ahora, que me sea tan fácil sentirme cerca, muy cerca, de la Nueva Isleta.
Son historias, las que han construido la Canarias de hoy, de solidaridad y coraje. Cualidades que son, por derecho propio, características inherentes al barrio de Nueva Isleta.
Solidaridad y coraje que, además, no se ha reducido a las fronteras del barrio. Porque cuando toda La Isleta se ponía en movimiento para pedir mejoras, allí estaban los vecinos de Nueva Isleta.
La reubicación del centro de salud. El instituto. La guardería. La lucha por El Confital. El homenaje a Don José Guerra Navarro, el médico de los pobres. El uso civil del Hospital Militar. El centro de mayores. Todos esos logros llevan también la firma del barrio de Nueva Isleta.
¿Qué se puede decir ante esto, sino gracias?
¿Qué mejor honra que la de saberse parte un pueblo que se define a sí mismo, con sus nombres, sus anonimatos, su lucha y su entrega?
Por eso, déjenme repetirlo una vez más, es un enorme orgullo poder estar aquí y compartir con todos los vecinos la alegría de estas fiestas que arrancan, también, como en aquellos inicios del barrio: en un momento difícil.
Tiempos sin duda no tan dramáticos como los que ya hemos pasado, pero efectivamente complicados.
Porque, aunque los datos económicos confirman que hemos entrado en una esperanzadora fase de recuperación, y que comenzamos a ver la luz al final de la crisis, lo cierto es que aún nos queda mucho camino por delante.
Y ese camino se llama consolidación. Estabilidad en la reactivación económica.
Consolidación y estabilidad que sólo podremos alcanzar si seguimos creyendo en nosotros mismos, en nuestra capacidad de lucha, en el coraje que somos capaces de desplegar para sortear todos los obstáculos cuando, unidos, trabajamos con un objetivo común.
Sabemos cuáles son las herramientas. Estamos en el buen camino. Hemos hecho una inmensa apuesta por la excelencia, por el conocimiento, la innovación, la diversificación y la sostenibilidad. Pero, sobre todo, por la recuperación de la cultura del esfuerzo que siempre nos ha caracterizado a los canarios.
Y esa cultura del esfuerzo, ese espejo en el que todos debemos mirarnos, es el que ustedes llevan demostrando desde hace más de medio siglo.
Ustedes, hombres y mujeres de la Nueva Isleta.
Ustedes y todos los que antes que ustedes, en todos los rincones del Archipiélago, trabajaron sin descanso para que Canarias sea hoy mejor que ayer.
Estoy convencido de que -si hoy tenemos un motivo para la celebración- es no sólo por el horizonte de recuperación que se avecina, sino por contar en Canarias con la fortaleza, la solidaridad, la lucha y la entrega de gentes como las que dan vida al barrio de la Nueva Isleta.
Por eso, a todos, una vez más, mi agradecimiento, mi reconocimiento y mi admiración.
Quedan abiertas las fiestas de El Salvador y de La Cruz del barrio de Nueva Isleta.
Felices fiestas a todos.
Muchas gracias
Las Palmas de Gran Canaria; viernes 30 de abril de 2011
me ha gustado mucho el pregon…y aunque fue una epoca de trabajos tambien fue de unidad y creo que todos los canarios nos sentimos orgullosos de conseguir lo que tenemos..aunque nos llamen aplatanaos…