En primer lugar, quiero agradecer a la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros que haya elegido a Canarias (a Las Palmas de Gran Canaria, en este caso) como sede de este vigésimo segundo Congreso Nacional que hoy inauguramos.
Sin duda, este encuentro constituye una gran oportunidad para analizar `dónde se está´ y, sobre todo, `hacia dónde se va´ en una coyuntura que plantea nuevas preguntas que, en consecuencia, esperan nuevas respuestas. Una cita, ésta, en la que se abordarán algunos de los problemas más importantes que se tienen ahora mismo sobre la mesa.
Retos que, como digo, no son pocos en estos tiempos de profundas transformaciones en todos los ámbitos; con especial incidencia, obviamente, de las principales metas en lo económico.
Si me lo permiten, cabe apuntar que, ahora más que nunca, en muchos sectores el futuro asoma como un libro abierto. Una realidad que incide especialmente en un terreno –el que abordamos- que abraza aspectos tan fundamentales para el pleno desarrollo del ser humano y de la sociedad como lo son cultura y comercio, intelecto y economía.
Una actividad, la de librero, entrañable y enormemente ligada, desde la infancia, a nuestro desarrollo y maduración personal e intelectual.
Empezando por la literatura infantil y juvenil, hasta llegar al amplio abanico editorial que nos acompaña de la mano de la reflexión, la ficción, la historia o el ensayo, los libros son, y deben ser, un compañero de viaje insustituible.
Los libreros han asistido en apenas unas pocas décadas a cambios trascendentales en lo que durante siglos venía siendo una dedicación casi artesanal, personalizada, cercana.
Ejerciendo, de facto, como consejeros inmediatos de la cultura como el boticario lo era de la medicina en ausencia del médico.
Con todo, las transformaciones han sido constantes.
Cambios que primero tuvieron que ver con la irrupción de nuevas estructuras comerciales, mucho más impersonales y distantes pero también eficaces; y luego, más tarde, con toda una revolución tecnológica que no sólo está cambiando la forma de crear, de distribuir y de vender el producto, sino también los gustos y las costumbres de los clientes. Es decir, de la sociedad en su conjunto.
Por eso no es de extrañar -y sí mucho de valorar- que el componente tecnológico sea uno de los pilares sobre los que se asienta este congreso. Porque, aunque hay quien mantiene en lo contrario, hay que ver en los avances tecnológicos no un problema, sino una oportunidad. Una oportunidad de mejorar, de optimizar, de aprender nuevas vías. De avanzar, en definitiva. De triunfar en un escenario donde cualquier otra opción está llamada al fracaso.
Una oportunidad que no sólo se abre a los libreros, sino también a la prensa, al sector editorial en su conjunto, a la música, a la fotografía, a las artes plásticas, a la cultura, a los bancos, la moda o los gobiernos. A nuestra realidad.
Por eso espero que este congreso sirva para avanzar en todas las herramientas, soluciones y estrategias que permitan al sector encarar, no ya el futuro, sino este cambiante presente en el que nos movemos con garantías. Y, junto a ello, que ayude a relanzar la adaptación a los nuevos modelos de mercado y de cliente que se imponen.
El futuro empieza hoy –o ayer, diría-. Y en nuestras manos está tomar las decisiones que nos acerquen al modelo que necesitamos y merecemos.
Por eso, y porque consideramos que estamos ante una actividad que merece ser respaldada y apoyada independientemente de su ubicación en los nuevos marcos comerciales y culturales, el Gobierno que presido no ha dudado en poner en marcha todas aquellas medidas que, en nuestro ámbito de actuación, nos ha sido posible articular para dar este soporte.
Por ejemplo, con la Tarjeta del Libro Electrónico, que permite la práctica gratuidad de los libros de texto en el sector público y la adquisición de ese material en las librerías independientes, convirtiendo así a Canarias en pionera en este tipo de medidas.
O, en otro orden de cosas, con iniciativas como la promoción de la lectura a través de acciones de dinamización en las bibliotecas públicas y en los archivos histórico.
O con la difusión de los autores y de la literatura canaria.
O, por ejemplo, con la promoción y respaldo de iniciativas públicas y privadas como las ferias del Libro celebradas en todas las Islas o el Día de las Letras Canarias.
A lo que cabría añadir, entre otras, acciones puntuales de fomento y apoyo de la innovación en el sector de libro con ayudas y aportación de soportes tecnológicos.
Pero, además, estaremos siempre abiertos a escuchar las demandas del sector, y a apoyarlas allí donde nos sea posible.
Por eso, deseo los mayores éxitos a este congreso, cuyas conclusiones seguiremos muy de cerca y con el mayor interés.
Muchas gracias nuevamente por la celebración de este congreso en nuestra tierra.
Y enhorabuena por el trabajo realizado y, sobre todo, por el que me consta que seguirán desarrollando por el bien del sector.
Sin más, queda inaugurado este XXII Congreso Nacional de Libreros
Auditorio Alfredo Kraus; miércoles 16 de marzo de 2011
Nos honra a todos su apoyo al sector literario. Un abrazo.