Hace hoy doce meses, en este mismo escenario, apunté que “después de la crisis, nada volverá a ser igual”.
Un año después, me reafirmo en que “a partir de ahora, las cosas van a ser diferentes, pero no necesariamente peores”.
La realidad nos lo está poniendo difícil, pero de nosotros depende -en nuestras manos está- que este periodo no sea tanto un punto final como una evolución hacia un tiempo nuevo.
No permitamos que el miedo nos paralice.
Afrontemos esta situación con la actitud correcta, con el ánimo que requieren los grandes retos.
Ánimo y actitud que deben ser los adecuados también a la hora de comunicar lo que está pasando, pues, como con buen criterio señalan algunas voces, “la obsesión por la crisis llega a ser tan espesa, que resulta imposible separar la sensación de crisis de la crisis en sí misma”.
No escondamos el problema, pero tampoco ocultemos las buenas noticias, que también las hay.
Trabajemos y tomemos decisiones con realismo; con un realismo optimista.
Sintiéndome especialmente cerca de quienes peor lo están pasando, permítanme que esta noche invite a detenernos más en las luces que en las sombras.
Que invite a la confianza, porque del derrotismo –como de la confrontación- no podemos esperar soluciones.
El diálogo abre puertas con la misma facilidad con que la crispación las cierra.
Todos, sin excepción, debemos aprender a hacer mejor las cosas, con menos recursos.
Esto que digo es, lo sé, la cuadratura del círculo. Pero, créanme que es posible.
Ahí está la Historia para confirmar que, en muchas ocasiones, los canarios hemos dado con la cuadratura del círculo para sobreponernos a las adversidades y seguir avanzando.
No pensemos en lo que no puede ser, sino en lo mucho que tenemos por hacer. Y, porque es mucho “lo nuevo que está por hacer”, pensemos que todo es posible.
Si esta crisis está reinventando la realidad, reinventemos Canarias.
Digo más. Nuestra obligación es sentar las bases de una Canarias más fuerte.
Sabemos cómo. Ya estamos en ello, y lo vamos a conseguir.
Apostemos por lo que sabemos hacer, pero sin renunciar a hacerlo mejor o a hacer otras cosas.
Reinventar Canarias no significa desprendernos de nuestras bazas, en absoluto. La apuesta es otra.
Ahora que estamos dando los primeros pasos del camino que nos conduce a las Islas de 2020, reinventarnos es dar con la buena noticia de la mala noticia de esta crisis; y esa buena noticia es aprovechar esta coyuntura para aprender a hacer las cosas de otra manera.
Hacerlas mejor en la esfera pública y en el ámbito privado, en lo individual y en lo colectivo.
Atrás quedaron los tiempos en que, fruto de la bonanza económica, las cosas llegaron a ser cómodas.
Tantos fueron los atajos, que muchos jóvenes cayeron en la trampa de la vida y el dinero fácil, desatendiendo la necesidad de adquirir una educación y la formación adecuada.
Ese tiempo ha pasado. Ahora toca recuperar la cultura del esfuerzo, el trabajo duro y la constancia que caracterizó a tantas generaciones de canarios.
Acaba una época. Estamos estrenando otra.
Tengamos ahora la osadía que requieren los grandes retos, y, sin aparcar nuestras fortalezas, exploremos las enormes oportunidades que anuncia el hacer las cosas de otra forma.
Con el grado de atrevimiento que requiere una coyuntura como la actual, los canarios tenemos capacidad y talento para plantear y hacer realidad propuestas responsables, viables, que nos permitan girar –reinventar- nuestro modelo.
Porque así lo hemos demostrado en el pasado, los canarios somos una sociedad fiable; somos una apuesta sólida, segura.
Podemos materializar tantas ideas como los que más.
Podemos protagonizar cambios, que deben facilitarse desde lo público; pero sólo si los empresarios dan un paso al frente, esos cambios serán posibles.
Aún siendo plenamente conscientes de las enormes dificultades que están afrontando tantos canarios –tantas familias- creo que hay razones para creer.
Porque somos un pueblo capaz, hay razones para creer en Canarias, en los canarios, en nuestro futuro, en las oportunidades que entre todos vamos a seguir construyendo.
Razones para creer que ese tiempo nuevo lo tenemos al alcance de la mano.
Un tiempo nuevo que, entre todos, ya estamos liderando, que invita a entender que debemos crecer con inteligencia porque, de lo contrario, lejos de estar fortaleciendo el bienestar de nuestra gente estaríamos poniéndolo en peligro.
No se trata de crecer más, sino de crecer mejor. De actuar dentro de nuestras posibilidades, no por encima.
A pesar de lo mucho que hemos avanzado, en buena medida toca “empezar de nuevo”.
Ésta no será la primera vez que salgamos adelante.
Con la llegada de las responsabilidades autonómicas, los canarios fuimos capaces de dejar atrás la foto borrosa de aquellos primeros pasos, adoptando decisiones que nos permitieron avanzar, en apenas una década, lo que no habíamos progresado en toda nuestra Historia.
Decisiones que requirieron grandes acuerdos. Flexibilidad. Generosidad. Altura de miras. Responsabilidad.
Decisiones que, ahora como entonces, requieren de la participación de todos.
De todos sin excepción porque hay momentos en que no hay sitio –no debe haberlo- para estrecheces partidistas.
Hoy los canarios sabemos más, conocemos mejor nuestra propia realidad y, en consecuencia, vamos a ser más capaces de superar esta crisis.
Pero, será desde el diálogo o no será.
Será arrimando el hombro o no será.
Y será apostando por esa tercera vía que hemos hecho realidad en Canarias, y que abanderamos en la escena del Estado. Una tercera vía que constituye una apuesta por el entendimiento y los grandes pactos que en Canarias hemos firmado y que España tanto necesita.
En este sentido, cabe decir que en estos momentos España se enfrenta a un problema –la confrontación- aún peor que la crisis económica en sí misma.
Los ciudadanos piden diálogo y trabajo en común. Atendamos ese mandato.
Tan cierto es que afrontamos problemas muy serios, como que los canarios ya hemos pasado por esto.
Problemas que nos obligan a introducir cambios que traerán consigo una reorganización económica y administrativa, a definir qué modelo social tenemos y tendremos.
Una reorganización administrativa que impone una mayor austeridad en el gasto. Una revisión de lo público que requiere planes de ajustes razonados, serios, efectivos, responsables.
Hacen falta propuestas, no ocurrencias.
Las administraciones no estamos para quedar bien sino para hacer las cosas bien, así que pongamos sobre la mesa soluciones, no eslóganes.
Es inaplazable dar pasos hacia una mayor simplificación, hacia una administración más ágil y menos costosa.
Pasos hacia un sector público redimensionado, en el que lo que haga una administración no lo haga otra.
Otros son los ingresos, otros deben ser los gastos.
El reto no es sencillo, y estamos obligados a hacer pedagogía para que ese proceso se entienda y comparta.
Tampoco esta transición a la que aludo será fácil. Nada lo será porque la situación económica nos marca un antes y un después.
No puede ser sencillo cuando, como ya se ha escrito, “la economía es la ciencia social matemáticamente más avanzada, pero la ciencia humana más atrasada”.
Nos adentramos en otra cultura de gasto, en otro modelo de bienestar, en una relación administración-administrado que no será la que hemos conocido años atrás.
Aprendamos de esta crisis como lo hicimos de las anteriores.
Ahora más que nunca, los distintos territorios que conformamos el Estado debemos ser escuchados.
Debe escucharse a Canarias cuando pedimos que la factura de la crisis no se pase únicamente a los trabajadores; y que, lejos de esto, debe ser el sistema financiero el que haga los sacrificios mayúsculos.
O cuando exigimos que las rentas más altas hagan un mayor esfuerzo.
O cuando planteamos la necesidad de introducir modificaciones en el mercado de trabajo para ayudar al mantenimiento o a la creación de empleo.
Sé que esta noche es para las emociones, pero –dado lo excepcional del momento que vivimos- permítanme que aproveche la ocasión para reivindicar responsabilidad y respeto institucional en la relación del Estado con las comunidades autónomas, así como nuestra participación cierta en la toma de decisiones que impliquen modificar las reglas del juego.
Si, efectivamente, “en España el estado del bienestar es el estado de las autonomías”, garantizar la sostenibilidad de la sanidad, la educación o las políticas sociales demanda decisiones que –compartidas- nazcan de la convicción, nunca de la imposición.
No permitamos que las dificultades presupuestarias desemboquen en desgastar el prestigio que las comunidades nos hemos ganado a pulso como prestadoras de servicios esenciales.
No permitamos que, en la dificultad, se pongan en duda las bondades de la descentralización administrativa.
Ha fallado la economía, no la España de las autonomías.
Quienes pretendan aprovechar la coyuntura para allanar el camino a una involución, que sepan que no van a contar con Canarias.
Otra forma de hacer las cosas en las administraciones no significa demoler el edificio autonómico.
Otra forma de hacer las cosas pasa por provocar una auténtica revolución en otro terreno, que es el de la eficiencia, el de una definición inteligente y solidaria de las prioridades.
La España autonómica presta unos servicios públicos esenciales que constituyen posiblemente el mayor logro de nuestra democracia.
Cualquier decisión que afecte a dichos servicios debe partir de la premisa de que “las cosas pueden y deben hacerse de otra manera”, pero sin dar pasos atrás, sin expulsar del sistema a los más débiles.
Ni un paso atrás cuando hablamos de políticas esenciales que son el pilar de las igualdades, la cohesión o la justicia social.
El estado del bienestar no hay que recortarlo; hay que sanearlo.
Hay que controlar el déficit. Hay que ganar en credibilidad. Hay que generar confianza, no incertidumbre.
Hay que cambiar el modelo productivo. Hay que hacer las cosas bien.
Los canarios queremos salir de la crisis con la economía española, no a pesar de la economía española.
Esta es una crisis distinta, sin duda, pero no es menos cierto que no debemos perder de vista cómo se construyó –cómo construimos- la puerta de salida en los años noventa.
Una puerta de salida que tallamos entre todos con tres herramientas fundamentales: el Régimen Económico y Fiscal, los fondos europeos y el más que significativo avance en las relaciones Estado-Canarias.
Herramientas, las mencionadas, que también hoy deben ayudarnos a alcanzar dos objetivos que se mueven en paralelo: superar la crisis y avanzar en la definición de la Canarias de 2020.
Otra vez, la necesidad de contar con un buen REF, capaz de llevar al máximo sus posibilidades como mecanismo generador de empleo.
Otra vez, la necesidad de que Europa nos acerque a las oportunidades de los territorios continentales; y, aún más, el objetivo de que se nos vea como una gran oportunidad en la relación con países terceros.
Otra vez, los canarios demandando lealtad al Estado.
Sigamos avanzando hacia un modelo educativo que suba peldaños en formación profesional, hacia un sistema capaz de reconocer e incentivar el esfuerzo, verdaderamente integrado en el sistema económico, social y cultural, convertido en motor y fuente de mejora permanente del tejido productivo.
Estamos volcados, y más que lo estaremos, con el sistema educativo.
Y es así porque la educación es la herramienta que más nos acerca a la igualdad de oportunidades, la que en mayor medida diluye la línea que separa a los que más tienen de los que menos tienen.
Es la formación la herencia más sólida que podemos dejarle a las generaciones presentes y futuras.
Es, sin duda, el elemento que fortalece -más que ningún otro- la cohesión social.
Porque debemos mejorar nuestro capital humano, debemos ir a más.
Ya estamos cambiando el sistema educativo, pero debemos multiplicar esfuerzos. Y, sobre todo, debemos allanar el camino hacia un gran pacto social por la Educación en Canarias –pacto que debe protagonizar el conjunto de la sociedad, y no sólo los sectores directamente implicados-.
Impulsemos una economía capaz, que no renuncie a otros mercados, integrada interna y externamente por aire, mar y cable a Europa, África y América.
Trabajemos durante la década que ahora empieza para que las Islas sean un potente nodo de telecomunicaciones y servicios anexos emergentes; un gran centro de servicios comerciales, sanitarios, formativos y financieros para los países, empresas y ciudadanos de nuestro entorno.
En este camino, lejos de demonizar al empresariado alimentemos la confianza que lo público y lo privado merecen.
Todos, en un ámbito y en el otro, hemos cometido errores. Pero es tanta la tarea que suponen los cambios que debemos emprender, que no podemos perder un solo minuto en reproches.
Trabajemos juntos -esfera pública y privada- con madurez y sin complejos para que la década que está despegando nos lleve a un 2020 en el que las Islas cuenten con infraestructuras al servicio de las personas, nunca al revés.
Para que dispongamos de un marco jurídico, político y económico justo y respetuoso con nuestra mayoría de edad como pueblo.
Una vez más, nuestro pueblo encarando retos y plantando cara.
Y, porque hay razones para la confianza, porque el nuestro es un pueblo capaz, los canarios decimos sí al futuro.
Sí a seguir construyendo oportunidades.
Sí a continuar con el trabajo que todos estamos llevando a cabo para ofrecer las respuestas que las mujeres y hombres de esta tierra merecen.
Sí a crecer responsablemente.
Sí a salir de esta situación yendo de la mano, unidos.
Decimos sí a la solidaridad, y al compromiso de la Obra Social de Acogida y Desarrollo.
Sí a trayectorias de dedicación y trabajo como las de José Antonio Pardellas Casas o Manuel Medina Ortega.
Los canarios decimos sí al espíritu de superación y a la tenacidad de Jesús Omar González.
Sí a la entrega y a la vocación de servicio público de Arístides Hernández.
Sí a la participación ciudadana y al protagonismo de colectivos, asociaciones y clubes sociales como el Real Club Victoria.
Sí al empuje, el atrevimiento y a las ganas de emprender de quienes están impulsando ExpoCanarias 2023.
Sí a la excelencia y a la calidad como fórmulas de éxitos como los que ha cosechado el Loro Parque.
Sí a La Palma y a las mujeres y hombres de la Isla por cuidar y engrandecer su cielo, espejo en el que nos miramos y desde el que la Humanidad busca otras realidades.
Con todos estos valores que los premiados simbolizan, estamos armando el rompecabezas de la Canarias de la próxima década.
Una tarea en la que, como punto de partida, debemos desterrar de la escena política y económica eso que algunos analistas han dado en llamar el pesimismo activo.
Debemos trabajar para el presente y, a la vez, para ese tiempo inminente que representa el periodo que nos une al 2020.
Una década, la que tenemos por delante, que será la de la innovación social, que impondrá –impone ya- un cambio de cultura, otra forma de hacer, otra forma de pensar las cosas.
Una década en la que dos procesos que se dan la mano –la diversificación económica y la búsqueda de soluciones novedosas para el turismo- permitirán que Canarias alcance el 2020 reforzada, con un modelo más consistente y con mayor capacidad de generar oportunidades.
Si supimos afrontar el boom turístico, ¿por qué no creer y trabajar para que la década que nos llevará al 2020 sea la del boom de la innovación?, ¿por qué no seguir avanzando en la transición del cemento al talento?
Seamos, todos, emprendedores. Tanto como lo fueron las generaciones de canarios a los que un día la necesidad obligó a embarcarse en otros proyectos, en otros futuros.
Canarias siempre ha sido un pueblo creativo que ha sabido lo que es explorar y buscar salidas donde aparentemente no las hay.
Recuperemos esa actitud, ese espíritu.
Sigamos dando respuesta al día a día, pero en modo alguno perdamos de vista que el horizonte de 2020 nos impone una larga lista de tareas.
Retos que todos debemos sentir como propios.
Metas que son compartidas, que deben trabajarse en común.
Si hacemos bien las cosas, la Canarias de 2020 será como nosotros queramos que sea.
Y hagámoslo teniendo muy claro que “no debemos ni podemos” dar un paso atrás en logros que las mujeres y hombres de esta tierra han alcanzado en el terreno de los servicios públicos, de la justicia social.
Sin dar un paso atrás en la defensa del interés general, que bien podríamos resumir en el compromiso de defender a capa y espada la democracia social.
Democracia social que, como bien ha apuntado el Nobel Paul Krugman, “exige muchos sacrificios, pero funciona y es un éxito al que no se puede renunciar”.
Permítanme que en este 30 de mayo reitere mi invitación al optimismo responsable. A enterrar catastrofismos que sólo nos conducen al inmovilismo.
El futuro no está escrito, es cierto. Pero ya estamos escribiéndolo.
Porque debemos ser los canarios quienes decidamos qué queremos ser y hacia dónde queremos ir, Canarias se hace aquí, se hace ahora, se hace con la participación de todos.
Las Palmas de Gran Canaria, Gran Canaria – 30 de mayo de 2010