El pasado domingo comenzó en Extremadura un nuevo ciclo electoral. Diría más, muy
probablemente nació también un tiempo político diferente en toda España. La foto que
nos deja este primer envite electoral en tierras extremeñas coincide con la tendencia
marcada por sondeos y encuestas, en el horizonte de los dos próximos años:
estabilización del Partido Popular como primera fuerza estatal, importante retroceso
del PSOE, ascendente aproximación de Vox al 20% de apoyos y, dentro del espacio a
la izquierda de los socialistas, basculación del voto de Sumar a Unidas Podemos.
Tras casi 13 años de gobierno ininterrumpido de los socialistas, el eslogan preferido
por las huestes de Felipe González en las elecciones generales de 1994 surgía de
utilizar la amenaza de que, si no ganaba el PSOE, llegaba la derecha trasnochada y
heredera del franquismo y todo lo bueno conseguido en la democracia se iría al
garete. El tiempo regularizó con naturalidad la presencia de los populares en las
instituciones.
Igual proceso de normalización se produjo el apoyo de Bildu y Junts a la moción de
censura presentada en 2018 por Sánchez a Rajoy, con el posterior respaldo a los
socialistas desde ambas formaciones. Hoy se asume con naturalidad la presencia en
las instituciones de estas fuerzas separatistas. Es más, para muchos, este proceso
integrador es un éxito de la democracia.
Pues bien, la contundencia del desenlace electoral en Extremadura y la tendencia
apuntada en encuestas y trabajos sociológicos indican con claridad que a la fuerza
ultraderechista liderada por Santiago Abascal habrá que derrotarla en las urnas y no
con descalificaciones ni cordones sanitarios. En apariencia, el voto a Vox no es un
apoyo a un modelo ni a un proyecto político. Es más bien una manera de censurar los
comportamientos de nuestros representantes públicos.
Recordemos que en 2015 resultaba comprensible la irrupción de una opción política
como Podemos. La gravísima crisis económica sufrida entre 2008 y 2014, los recortes
y ajustes obligados desde Bruselas y Madrid, la caída de empresas y el consecuente
crecimiento del paro, los recortes en los servicios públicos esenciales, así como el
lanzamiento de miles de propietarios por el impago de sus hipotecas, favoreció de una
forma determinante el nacimiento de la fuerza liderada por Pablo Iglesias. Aquella
coyuntura desfavorable abonó el terreno para su demanda de justicia social.
No obstante, fundamentar ahora, desde el punto de visto sociológico, la aparición de
una opción política a la derecha del PP resulta mucho más difícil, al no existir,
aparentemente, un enganche social como el que tuvo Podemos. Sobre todo, sin
candidatos reconocibles, con una interpretación “sui generis” de las políticas de
igualdad, prometiendo recortes en los servicios públicos o apostando sin rubor por
cargarse el estado autonómico.
El ejemplo de Podemos es paradigmático: se infló como un globo, hasta alcanzar los
71 diputados, mientras contraponía su modelo político a populares y socialistas a
través de las redes. Cadenas de televisión, radio y prensa también lo utilizaron, desde
el punto de vista instrumental, en la guerra sin cuartel mantenida desde hace tiempo
entre la izquierda y la derecha. Pero, del mismo modo, se desinfló desde el instante
que tuvo que gestionar el poder otorgado por la democracia.

El crecimiento de los de Santiago Abascal obedece más a los ‘errores no forzados’
cometidos por el PP y el PSOE en sus estrategias que a los aciertos propios. Cuando
las expectativas electorales sitúan a la ultraderecha con casi un 20 por ciento de
apoyos, no parece que la mejor estrategia sea intentar aislarla o criminalizarla. Sobre
todo, si tenemos en cuenta la ola ultraconservadora predominante en el escenario
mundial.
En medio de este espacio globalizado, Canarias no es ajena al nuevo ciclo que se ha
abierto a partir de los comicios extremeños. El modelo político que necesitan las Islas
está en las antípodas del que representa Vox. El nacionalismo canario tiene que
contraponer sin rubor su modelo de país, descentralizado y autonomista, frente al
patrón centralista que representan la ultraderecha, los populares y los socialistas, que
siempre nos ha castigado con la desidia, el desprecio y el maltrato