Más vale prevenir que curar. El significado del conocido proverbio viene al dedo para
colocar sobre la mesa el presente y, sobre todo, el futuro del turismo como motor de la
economía y el empleo en las Islas. Afortunadamente, los factores naturales, que hacen
que Canarias sea uno de los destinos turísticos más competitivos del planeta, se
mantienen inalterables. El clima, el mar, el cielo y buena parte de la rica biodiversidad
que disfrutamos mantienen intacta nuestra capacidad competitiva.
Sobre las bazas que nos dio la naturaleza, hace casi medio siglo, especialmente a
partir de la década de los noventa, el considerable impulso público y privado
concedido a las infraestructuras y la planta alojativa nos catapultó como uno de los
destinos turísticos más demandados de Europa.
Los más de dieciocho millones de turistas que nos visitan cada año, lo dicen todo.
Excepto en el bache sufrido con la crisis de 2008 a 2014 y con el cierre sanitario
provocado por la pandemia de 2020 a 2022, todo lo demás ha sido crecer y crecer.
Ahora bien, se impone la prevención para que los espectaculares datos de ocupación
y facturación no nos lleven a morir de éxito.
Buena parte de nuestras infraestructuras públicas requieren más atención y la
renovación de la planta turística camina más lenta de lo que sería deseable. Asimismo,
en los servicios que prestamos al visitante se pierde empatía y proximidad, con lo que
se reduce la calidad.
Igualmente, el fuerte tirón que produce el turismo sobre la economía no está siendo
aprovechado en las Islas para mejorar la formación de nuestros trabajadores, cuando
hay que reconocer la dependencia de la industria turística. Es el alma de la economía
insular. Sin ella, tendríamos que volver a aquellas décadas penosas en las que solo se
hallaba trabajo abandonando nuestra tierra. Migrando.
Hoy, Canarias ofrece oportunidades de trabajo a los que vienen de cualquier parte del
mundo. Y el camino más corto para que la gente que vive aquí también pueda
aprovechar esa amplia oferta de empleo pasa por la formación y la cualificación.
No queda otra que poner en valor y prestigiar el trabajo en el sector servicios,
especialmente aquellos vinculados al turismo y las actividades de ocio. La formación y
la cualificación son las bazas para favorecer el acceso de estas personas a los
puestos ofertados. Indudablemente, con unos salarios dignos.
Pero en nuestro entorno geográfico, las cosas se están moviendo. También en el
ámbito puramente económico y competitivo. En un futuro próximo, no nos bastará con
ofrecer clima, cielo, mar y paisaje para mantener nuestro atractivo turístico. Será
necesario sumar calidad y excelencia, dentro de una economía de servicios, sin
alternativas reales para sostener a una población próxima a los dos millones y medio
de habitantes.
A golpe de vista tenemos a Marruecos. Desde siempre, el reino alauita ha sido un
competidor aventajado con respecto a nuestro Archipiélago en todo lo referido al
sector primario. Las facilidades dadas por la Unión Europea para la exportación de sus
productos, las vastas extensiones de terreno apto para el cultivo y una mano de obra
muy barata colocan al país vecino en unas magnificas condiciones competitivas.
Los paisajes, las playas, la arquitectura y la cultura, junto a la mejora sostenible de sus
infraestructuras, con una nueva y moderna planta hotelera, además de la calidad de
sus servicios, han llevado a Marruecos a situarse en los últimos años por encima de
Canarias en entrada de turistas.
Además, como país soberano, puede tomar decisiones sin condicionar a terceros,
como es el caso de la bonificación de las tasas en sus aeropuertos. Igual que sucede
con otros potenciales competidores, como Egipto, Grecia, Italia o Túnez, Marruecos
tiene en sus manos la capacidad de favorecer la operatividad de las compañías
aéreas, adoptando medidas tan sencillas y eficaces como la rebaja de las tasas.
Aunque el sector turístico canario prolonga su buen momento, no debemos caer en la
autocomplacencia y dar por buenas decisiones como la adoptada recientemente por
AENA, respecto a esas tasas aeroportuarias, que nos colocan en desventaja con
respecto a nuestros competidores en tiempos de vacas flacas. ¡Que llegarán!