Las reacciones producidas en Canarias tras el anuncio de Ryanair de suprimir 400.000
plazas en las conexiones con las Islas, en esta temporada de invierno, no pueden ser
más inocentes: han cargado contra la compañía irlandesa y han blanqueado la
decisión de AENA, la empresa de mayoría pública que gestiona los aeropuertos
españoles, de incrementar en más de un 6% el precio de las tasas aeroportuarias.
Hay que reconocer la habilidad que ha tenido el equipo de comunicación de AENA a la
hora desviar la atención del origen del conflicto, con la referida decisión de su Consejo
de Administración, situando el problema en el anuncio de Ryanair de recortar su
presencia en España; especialmente en nuestro Archipiélago.
Con la inteligente filtración a los medios de comunicación de que Iberia, Vueling,
Volotea y Binter aspiran a cubrir las plazas y trayectos que deja uno de los principales
operadores aéreos de ‘low cost, como es Ryanair, AENA ha dejado fuera del debate lo
verdaderamente importante: el incremento de los precios del transporte aéreo con las
Islas.
Probablemente, si en su consejo de administración se sentara un canario, alguien
capaz de hacer pedagogía sobre lo que significa un aeropuerto y, en general, el tráfico
aéreo en una isla, la decisión adoptada podría haberse matizado. Al menos,
diferenciando el incremento del precio de las tasas de los aeropuertos del Archipiélago
respecto a los continentales.
Para alguien que viva en las Islas, puede parecer infantiloide escuchar frecuentemente
la frase “el papel que juega un aeropuerto en el Archipiélago no es exactamente igual
al que juega en el continente”. Resulta simple, pero muchos de los que no viven en las
Islas –demasiados– no lo quieren entender.
Efectivamente, quien reside en Santander, La Coruña, Madrid, Valencia, Sevilla o
Málaga – por citar algunos ejemplos– y quiere desplazarse a cualquier otro punto de
España, puede escoger entre el avión, el tren o por carretera. Es decir, puede hacerlo
eligiendo entre varios modos de transporte y teniendo en cuenta la variable precio.
Al contrario, si vivimos en una isla y queremos desplazarnos al exterior, estamos
absolutamente atados a la dependencia del transporte aéreo. En la Península existe
competencia entre diferentes modos de transporte, pero no en las Islas, donde el avión
actúa como un monopolio.
Esa diferencia sustancial entre lo que significa el transporte aéreo en el continente y
en las Islas es la que despierta la hipersensibilidad de los isleños a la hora de evaluar
las decisiones del Gobierno de España y de su brazo ejecutor, AENA, en todo lo que
tiene que ver con los aeropuertos y la navegación aérea.
Por ello, en la misma proporción que sube el coste del transporte aéreo entre la
Península y el Archipiélago, los canarios nos vemos más alejados del continente y
contemplamos el encarecimiento de las Islas como destino turístico, lo que merma
nuestra competitividad. Distintas circunstancias favorecen que sigamos batiendo
récords de ocupación y facturación en el sector, pero no hay que perder de vista la
posibilidad de que lleguen las vacas flacas (que llegarán). Es cuestión de ciclos.
Lo cierto es que de un posible choque entre instituciones y sectores empresariales de
las Islas con AENA y el Gobierno de España hemos pasado a un enfrentamiento con
Ryanair. Ha podido más el caramelo regalado por AENA, filtrando el interés de otros
operadores por cubrir las 400.000 plazas que deja Ryanair en esta temporada de
invierno.
Más que conformarnos con el anuncio de la cobertura del hueco que deja Ryanair con
otros operadores, deberíamos tomar conciencia de que el asunto central es que
AENA, con el incremento del coste del transporte aéreo, está restando competitividad
a Canarias como destino turístico.