El pasado día 9 de agosto nos referíamos, en este mismo espacio semanal, al acuerdo
adoptado por el consejo de administración de AENA, la empresa de mayoría pública
que gestiona los aeropuertos españoles, de subir en un 6% las tasas aeroportuarias
en toda la red estatal. Sin matices. Considerando igual a los aeropuertos continentales
que a los insulares. Despreciando que en las Islas no existe alternativa al avión.
Saltándose a la torera nuestro Régimen Económico y Fiscal. Obviando el
reconocimiento que Europa da a nuestro Archipiélago como Región Ultraperiférica.
Mientras la política española se enreda cada día más en debates inútiles para la
ciudadanía, asuntos aparentemente menores como el incremento de las tasas aéreas
pueden ser auténticos torpedos contra la economía de las Islas.
Este tipo de medidas que nos castigan y aíslan más del continente, suelen generar un
fugaz revuelo en las organizaciones empresariales, instituciones y partidos políticos
del Archipiélago. El revuelo y la protesta suele producirse de una forma más efectista
que efectiva. Cubierto el minuto de gloria en los medios de comunicación, no tenemos
convicción para luchar contra medidas que perjudican claramente al bienestar de la
gente de las Islas y a su economía.
Somos tozudos a la hora de torpedear la implantación de una tasa turística -que
pagarían los que vienen a disfrutar de nuestro clima y paisaje- y somos dóciles y
mansos a la hora de oponernos a decisiones que claramente perjudican a nuestro
pueblo, como esta que encarece nuestras comunicaciones aéreas. Ahora, a través de
las tasas.
Nos mostramos excesivamente autocomplacientes porque, en términos generales,
nuestra economía marcha bien y hay oportunidades de empleo. Con la importantísima
salvedad de la dificultad que sufren los trabajadores para encontrar viviendas en sus
áreas laborales, los datos de ocupación turística e ingresos evidencian el excelente
momento por el que atraviesa el sector, por cuarto año consecutivo.
Es probable que en temporada alta no necesitemos que vengan más turistas, pero sí
precisamos mejorar la ocupación en temporada baja, porque un incremento en este
periodo repercutiría en el conjunto de nuestra economía y en el mantenimiento de
puestos de trabajo. De ahí que una adecuada política de bonificación de las tasas
aeroportuarias ayudaría al diseño de una estrategia para mejorar la ocupación en
temporada baja.
Durante el periodo del desplome del turismo, en el año 2010, como consecuencia de la
hecatombe económica producida por la caída del sector inmobiliario, el acuerdo
alcanzado por el Gobierno de España, presidido por José Luís Rodríguez Zapatero, de
bonificación de tasas a las compañías aéreas resultó clave para mantener una
ocupación suficiente para el sostenimiento de buena parte del empleo.
Asimismo, la política de bonificación de tasas en los aeropuertos permite captar
nuevos mercados turísticos y, por lo tanto, ayuda a la diversificación y a que el
Archipiélago sea menos dependiente de los tradicionales.
AENA gestiona los aeropuertos españoles exclusivamente con criterios económicos,
ajenos al componente social del tráfico aéreo. También a los efectos secundarios que
el encarecimiento del billete tiene para la economía de las Islas.
Las necesidades derivadas de la histórica falta de atención del Estado a las Islas han
obligado a priorizar la obtención de recursos económicos por encima de los
instrumentos competenciales. De ahí que sea el momento de primar el traspaso de la
‘caña de pescar’ más que la entrega del ‘pescado’. Y AENA puede ser un buen
ejemplo de esto.
Es incomprensible que en el consejo de administración de esta empresa de mayoría
pública todavía no esté sentado ningún canario, capaz de enriquecer sus decisiones
con perspectiva isleña y conciencia sobre la lejanía del Archipiélago.
De momento, Ryanair ha respondido a la decisión de AENA -o sea, del Gobierno de
España- de incrementar en un 6% las tasas en los aeropuertos, castigando a Canarias
con la supresión de 400.000 plazas para esta temporada de invierno.