Los gobiernos municipales e insulares albergan las bases para el crecimiento político e
institucional en el Archipiélago, igual que para avanzar en el plano estatal. De ahí que
los partidos poco implantados en el ámbito local sean más vulnerables.
Así, no es extraño que, a veces a la luz del día y con transparencia, y otras con
opacidad, hipocresía y desvergüenza, las organizaciones desplieguen todas sus
estrategias para comerle el terreno a sus adversarios.
Con el inicio de cada legislatura, el mapa del poder local queda definido con los
resultados electorales y la política de pactos. Pero, una vez echa a andar la legislatura,
son las mociones de censura el único instrumento legal que permite ganar o perder
poder en las instituciones.
Cada moción de censura resulta un cóctel de paciencia, ingenio, seducción,
perspicacia, convicción, ingenuidad, deslealtad, traición, ambición, codicia y avaricia,
que en la mayoría de las ocasiones trasciende al control de los partidos.
El próximo día 11, la popular Luisa Castro puede regresar a la Alcaldía del municipio
tinerfeño de Güímar, de prosperar la moción de censura presentada por su partido, el
PP, junto a dos tránsfugas del PSOE y uno de Nueva Canarias, contra el alcalde
Gustavo Pérez, de Coalición Canaria.
En la mayoría de estas circunstancias, los partidos se ven impotentes a la hora de
hacer cumplir a sus concejales los compromisos contraídos con otras organizaciones.
Las rupturas, en general, no obedecen a problemas ideológicos y programáticos, sino
que se ven facilitadas por el deterioro de las relaciones personales.
Lo más llamativo en Güímar es la quiebra del grupo socialista, con dos concejales que
se declaran en rebeldía y apoyan al PP, igual que sucede con el edil de NC,
desoyendo a su partido. Cabe recordar, además, que CC incumplió inicialmente el
acuerdo general con el PP, que ahora deja en entredicho la disciplina de los socialistas
y recupera la Alcaldía.
Si miramos otros municipios, recordamos que en Granadilla fue el PP quien incumplió
con CC, dándole en origen la Alcaldía al PSOE. Recientemente, los nacionalistas
recuperaron allí el bastón de mando, con el respaldo de una parte de los concejales
populares y de Vox.
En Santa María de Guía, izquierda (PSOE), derecha (PP), nacionalistas (CC),
insularistas (Unidos por GC) y localistas (Ahora Guía) se juntaron para acabar con los
14 años que llevaba Pedro Rodríguez (NC) al frente del gobierno municipal.
Agaete fue otro ejemplo de la falta de control de los partidos sobre sus representantes,
aunque este caso, si cabe, es más surrealista todavía. La secretaria general del PSOE
y primera teniente de alcalde dimite y se une al PP para desbancar a quien había sido
su alcalde y compañero de partido, dándole el poder a María del Carmen Rosario,
notable representante de la derecha en Gran Canaria.
Se trata solo de algunos ejemplos acerca de que la mayoría de las mociones de
censura, dentro del ámbito local, no obedecen a razones ideológicas o programáticas.
El deterioro de las relaciones personales juega un papel determinante. La gestión de
las relaciones con los socios de gobierno resulta clave a la hora de favorecer la
estabilidad institucional.
De manera ingenua, muchos confían en que las diferencias que puedan surgir en los
grupos de gobierno acaben por resolverse con la participación de los órganos
superiores de los partidos. Pero nada más lejos de la realidad.
Asimismo, las alianzas insulares o autonómicas tampoco son un paraguas para
garantizar el cumplimiento de los pactos locales. Diríamos, incluso, que cada vez
menos. La vulneración de un acuerdo en un ayuntamiento no justifica la
desestabilización de un cabildo o del Gobierno de Canarias.
Por lo tanto, los acuerdos contraídos entre socios políticos deben gestionarse con
prudencia, transparencia, respeto y lealtad. Confiarlo todo a la fuerza del ‘primo de
Zumosol’ puede terminar costando el gobierno de un ayuntamiento.