del PSOE y el PP

Para buscar soluciones, primero hay que reconocer que estamos ante un
problema. La llegada incesante de personas provenientes de África a las
costas isleñas es, ante todo, un drama humanitario. Sin control alguno, las
mafias dedicadas al tráfico de persona operan sin escrúpulos en el litoral más
cercano del vecino continente, especialmente en Marruecos, Senegal y
Mauritania.
Pese a lo peligroso del trayecto que nos separa, cada día son más las mujeres
y niños apiñados en las frágiles embarcaciones. Los desalmados comerciantes
de seres humanos desesperados por la miseria que les atrapa han encontrado
una vía para añadir valor al precio del viaje: la imposibilidad de devolver a los
menores no acompañados, que tienen que ser acogidos y atendidos por su
receptor hasta cumplir la mayoría de edad.
Sin controles en origen de ningún tipo, la tentación por subir a un cayuco o
patera para hallar un futuro mejor crece cada día que pasa. Pero cuanta más
gente intenta llegar, más son las personas que pierden la vida en el intento.
No existe una política clara y comprometida en la Unión Europea que permita
pensar que se trabaja en la solución del problema. Todo lo contrario: cada
Estado intenta impulsar su propia política migratoria.
En el caso de Canarias, sufrimos la ausencia de un plan de acción europeo que
nos ayude a afrontar el drama que vivimos, a lo que se une el pasotismo del
Estado español, que nos tiene abandonados a nuestra suerte.
No hay otra. Hasta el momento, solo podemos denunciar el pasotismo, el
abandono y la displicencia con la que las instituciones del Estado español han
abordado el gravísimo problema migratorio que sufre nuestro Archipiélago.
Pasotismo del Congreso de los Diputados. Pasotismo del Senado. Pasotismo
del Gobierno de España. Pasotismo de los partidos políticos. Pasotismo de las
comunidades autónomas y pasotismo y desinterés por parte de los grandes
medios de comunicación estatales.
El Gobierno de Canarias tenía que dar un paso al frente y lo ha hecho. A su
vez, era necesario que el ministro de Política Territorial, Ángel Victor Torres,
ejerciera sin complejos la tarea de coordinar los departamentos que, de una u
otra manera, guardan relación con las migraciones. A costa de salir trasquilado
en el empeño, el expresidente canario y hoy ministro quema energías en el
loable intento de alcanzar un acuerdo entre los gobiernos de España y
Canarias y el Partido Popular.
Gracias al impulso político dado desde las Islas, este gravísimo problema
migratorio está alcanzando las cabeceras de los medios de comunicación
españoles. Solo así le prestará atención la política estatal, arbitrando
soluciones.

Ya no valen tacticismos para priorizar el rédito político a la solución del
problema. La gravedad de la situación de los menores no acompañados exige
que el Gobierno de España dicte con urgencia un Real Decreto-Ley que
obligue a su reparto equitativo entre comunidades, igual que con los que sigan
llegando.
Es obvio que ese Real Decreto-Ley debe contemplar la financiación de los
gastos que conlleve la acogida para cada comunidad autónoma.
Además, el otro gran partido de Estado, el Partido Popular, debe asumir el
compromiso de convalidar el Real Decreto-Ley, en el momento procesal
oportuno. Las matizaciones y mejoras que quiera introducir al texto impulsado
por el Gobierno puede incorporarlas en el trámite como Ley del Real Decreto.
Pero mucho me temo que la proposición de ley que PSOE, Sumar y Coalición
Canaria impulsan en el Congreso sólo servirá para ahondar en la fractura entre
el Gobierno de España y el Partido Popular, utilizando como excusa el drama
migratorio que viven las Islas.
Resulta evidente el reconocimiento de que asistimos a una crisis humanitaria
colosal, que afecta especialmente a las estructuras de nuestra sociedad. Igual
de evidente que existen soluciones justas y solidarias para ayudar a que el
Archipiélago vea aliviada esta desesperada situación.
PSOE y PP tienen en sus manos la oportunidad de demostrar que, por encima
de diferencias, prevalece su compromiso con el territorio más alejado del
continente.