Oficialmente, el verano comenzó esta semana que toca a su fin. Para los que
aquí vivimos, nos hallamos ante un periodo estival marcado por las buenas
perspectivas turísticas, la preocupación por los incendios forestales y la
impotencia e incredulidad por la desatención política e informativa estatal ante
la presión migratoria sufrida en las Islas
El consumo incesante en viajes y ocio registrado tras la pandemia ha supuesto
un impulso sobresaliente para la economía canaria. El incremento de los
niveles de ocupación y rentabilidad en hoteles, apartamentos, turismo rural y
vacacional marca lo que para nosotros sigue siendo nuestra temporada baja.
El buen momento del turismo ayuda a dinamizar el resto de actividades
productivas del Archipiélago y las opciones de trabajar resultan reales. Sin
embargo, en medio de esta coyuntura favorable, empresarios de diferentes
sectores claman por la falta de mano de obra, lo que obliga a extremar la
atención y analizar qué puede estar sucediendo.
Porque algo tiene que pasar para que la gente rechace estas oportunidades de
trabajo. Podría entenderse que en algún caso tenga que ver con la exigencia
de una cualificación singularizada, recurriéndose al mercado internacional.
Pero se hace más difícil de asimilar la carencia de camareros, peones,
albañiles y operarios de servicios, en general, siendo su consecuencia la
importación de más mano de obra foránea y el consiguiente impacto en las
comunicaciones por carretera o la demanda de plazas escolares, sanitarias y
alojativas.
¿Precariedad en los salarios? ¿Carencia de incentivos para estimular la opción
de trabajar? ¿Excesiva protección para quienes, teniendo la opción de hacerlo,
acaban por conformarse con el cobro de ayudas públicas? La respuesta exige
la atención de partidos políticos, empresarios y sindicatos, porque está en
juego el modelo de sociedad que labramos para las nuevas generaciones de
canarios.
En el ámbito estatal, toda la atención gira alrededor de Cataluña. La estabilidad
del Gobierno de España depende de lo que allí suceda y esto ha terminado por
propiciar un verdadero apagón informativo para lo acontecido fuera del
contexto Madrid-Cataluña. Los indultos, la Ley de Amnistía, la financiación
singular para los catalanes, Illa y el respaldo de ERC, las cuitas sobre
Puigdemont y el futuro de Sánchez en función de todo ello, seguirán marcando
el interés político e informativo en una España cada vez más alejada de
Canarias y sus problemas.
Mientras, alrededor de 6.000 menores no acompañados llegados de África por
vía marítima desbordan la capacidad de los centros habilitados para su acogida
en todas las Islas, al tiempo que senadores y diputados de los partidos
estatales muestran escasa preocupación por conocer los problemas y
circunstancias derivadas de esta crisis humanitaria. Es más, la atención a la
derivada humana y social que supone encontrar a cientos de jóvenes
deambulando sin rumbo por carreteras de las Islas resulta casi nula.
La espera a que el Congreso de los Diputados ratifique el acuerdo alcanzado
entre Madrid y Canarias se está haciendo interminable. Conociendo los
intereses que predominan en el seno de los partidos estatales a la hora de
tomar decisiones, el posicionamiento valiente del vicepresidente de Canarias,
Manuel Domínguez, en la defensa de la modificación de la Ley de Extranjería,
para que los menas puedan ser acogidos obligatoriamente en el resto de las
comunidades, merece el reconocimiento de quienes aquí vivimos.
Paralelamente, el rechazo del Ministerio de Defensa al uso de algunos
cuarteles, para aliviar el previsible desbordamiento de los centros este verano,
no es acorde con la sensibilidad mostrada históricamente por el estamento
militar con los problemas de la sociedad civil.
De modo que podría ser ejemplarizante que alguno de los barracones que
habrá que habilitar este verano, según la consejera de Bienestar Social del
Gobierno de Canarias, pueda instalarse en los aledaños de esos cuarteles.
Serviría, como poco, para que partidos políticos y medios de comunicación
estatales puedan prestarnos su atención, aunque solo sea por un día.