Los resultados de las elecciones en Cataluña no han ayudado a despejar todas
las incertidumbres que se cernían sobre la estabilidad del Gobierno de España
y la composición del nuevo Ejecutivo autonómico. Pedro Sánchez y el PSC han
cosechado una victoria con sabor agridulce.
El triunfo de Salvador Illa resulta incontestable, pero sus 42 diputados no le
alcanzan para asegurarse la presidencia del Govern. El batacazo de Esquerra
y la ambición de Puigdemont pueden conducir a una repetición electoral que
pocos desean.
El radicalismo excluyente de Puigdemont no le ha dado para alcanzar una
mayoría parlamentaria que facilitara un nuevo Ejecutivo independentista en la
Generalitat. Probablemente, la posición ante el Gobierno de Sánchez de
“amago pero no doy” le ha condenado a una pérdida de potenciales votantes
por el ala más radical del soberanismo.
El desgaste que supone la acción de gobierno y el colaboracionismo
indisimulado de Pere Aragonés respecto a La Moncloa han condenado a una
derrota sin paliativos a la izquierda republicana que sigue liderando Oriol
Junqueras.
Precisamente los malos resultados cosechados por Junts y Esquerra no solo
van a condicionar los acuerdos de gobernabilidad en Cataluña sino que, al
mismo tiempo, podrían subordinar en Madrid el apoyo de sus diputados a la
coalición encabezada por Sánchez.
De momento, el prófugo de la justicia española y líder de Junts, Carles
Puigdemont, ha anunciado que presenta su candidatura para ser investido por
el Parlament. El argumento que esgrime resulta difícil de rebatir: si Sánchez,
siendo segundo en las pasadas elecciones generales, preside el Gobierno de
España, ¿por qué en las mismas condiciones no puede hacerlo él en
Cataluña? Teniendo en cuenta, además, que su partido es uno de los que le
sostienen en La Moncloa.
Para que Puigdemont pueda ver cumplido su objetivo de retornar al Govern es
imprescindible que logre el apoyo del ganador de las elecciones, Salvador Illa.
De ahí que surja una pregunta: ¿Están dispuestos los socialistas a hacer
presidente a Puigdemont a cambio de conservar el apoyo de Junts en Madrid?
No parece una posibilidad real. Sobre todo, porque no se trataría únicamente
de hacer presidente a alguien que perdió las elecciones, sino de poner al frente
de Cataluña a uno de los personajes que más rechazo genera en el conjunto
del Estado.
De otra parte, el hundimiento de ERC ha originado un terremoto dentro de este
partido. A la renuncia de Pere Aragonés se une la dimisión de su secretaria
general, Marta Rovira, y el periodo de reflexión que al parecer va a abrir su
presidente, Oriol Junqueras, para tomar una decisión firme en el congreso que
anuncian para el mes de noviembre.
Además, los resultados que se produzcan en las elecciones al Parlamento
Europeo ofrecerán nuevas claves para conocer mejor el futuro de los gobiernos
de España y Cataluña. Hasta el 9 de junio veremos movimientos tácticos de los
diferentes partidos, que buscarán con sus mensajes, de manera preferente,
lisonjear a sus votantes potenciales.
Con dichos comicios a la vista, todo parece indicar que, con el desinflamiento,
las dimisiones y la convocatoria congresual en ERC para noviembre y la
ambición y narcisismo desmedido de Puigdemont, España y Cataluña están
condenadas a nuevas convocatorias electorales en lo que resta de año.